La edición 118 de la revista Arqueología Mexicana esta dedicada a la cultura Maya con el título El Calendario Maya.
Saludos.
El Mayista
Índice de la revista con temas Mayas:
• La maquina del tiempo: la cuenta larga
• Los ciclos de la Luna y de Venus
• Astronomía y arqueología
• Los "días baldíos" y el tiempo indígena
Además
• Nuevos hallazgos en el Templo Mayor
• El huexólotl y totolin, alimento sagrado
• El oro de Colombia
• Ixcateopan, Guerrero
Los calendarios mayas
Una introducción general
Carlos Pallán Gayol
En la tabla de Marte hay un ciclo
sinódico representado mediante 10 intervalos de 78 días (780 días)
equivalentes a tres ciclos de 260 días. Tabla de Marte (detalle). Códice de Dresde, p. 45.
Foto: © Sächsische Landesbibliothek-Staats-und Universitätsbibliothek Dresden (SLUB)
Lo que llamamos “calendario maya” representa en realidad un
amplio sistema calendárico, compuesto de un conjunto de ciclos distintos
aunque íntimamente entrelazados, cada uno con sus propios propósitos
rituales, astronómicos, agrícolas o de otro orden. El calendario maya no
puede considerarse un ente homogéneo, pues durante sus largos siglos de
historia no estuvo exento de todo tipo de reformas, innovaciones,
variaciones e idiosincrasias emanadas de las distintas tradiciones
regionales.
Esteaño de 2012, el interés
internacional se ha volcado sobre el calendario maya. En México y
Centroamérica, donde se resguarda lo más vital del patrimonio maya, tal
fenómeno cobra un significado especial. Factores de este tipo requieren
de los investigadores y estudiosos un esfuerzo adicional de divulgación,
a fin de tornar accesible el conocimiento sobre los últimos avances y
hallazgos más allá de los círculos académicos, de tal forma que permita
alcanzar a sectores más amplios de la sociedad.
Lo que llamamos “calendario maya” representa en
realidad un amplio sistema calendárico, compuesto de un conjunto de
ciclos distintos aunque íntimamente entrelazados, cada uno con sus
propios propósitos rituales, astronómicos, agrícolas o de otro orden. De
éstos, entre los más importantes y de uso más difundido figuran la
cuenta larga (*tziikhaab’ o “cuenta del tiempo”), el ciclo de 260 días (tzolk’in), el ciclo de 365 días (*haab’)
y la serie lunar. A partir de ciclos básicos como éstos se derivaban
otros, no necesariamente distintos, sino también resultado del
entrelazamiento de los anteriores entre sí o con otros, o bien de su
reducción o simplificación. Tal es el caso de la llamada rueda
calendárica de 52 años, o bien la rueda de los k’atunes (o ciclo k’atúnico)
de 256 años, ampliamente usada en sitios de Campeche y Yucatán desde el
Clásico Terminal hasta la época colonial, aunque con antecedentes en
sitios del Clásico como Copán y Pomoná. También aquí cabría considerar a
los distintos sistemas de “portadores del año”, empleados no sólo en la
región maya a lo largo de los siglos, sino también entre culturas del
Altiplano Central, Oaxaca, Veracruz, Chiapas y otras regiones. Junto con
los anteriores –por lo demás comunes a otras grandes tradiciones
mesoamericanas– destaca una sucesión de nueve días asociada por J. E. S.
Thompson y otros investigadores –quizá erróneamente– con los “nueve
señores de la noche”, idea más propia del Altiplano Central mexicano
para el Posclásico Tardío (1250-1521 d.C.). Adicionalmente, los mayas
emplearon un amplio número de ciclos de carácter más circunscrito
geográfica o cronológicamente. Entre éstos: el ciclo de 819 días
preferido por ciudades como Palenque, Yaxchilán y Copán; el ciclo
sinódico venusino de 584 días; el de Marte, estimado en 780 días, o
bien, los grandes intervalos de eclipses discutidos por el astrónomo
Charles H. Smiley, que equivalían a multiplicar 36 veces el ciclo de 260
días (9 360 días) o más frecuentemente, 46 veces (11 960 días).
TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA
La cuenta larga y la máquina del tiempo
Guillermo Bernal Romero
La Estela C de Tres Zapotes, Veracruz, muestra la fecha de cuenta larga 7.16.6.16.18, 6 etz’nab, 1 woh,
equivalente a 5 de septiembre de 32 a.C. Matthew W. Stirling, quien
descubrió el fragmento inferior del monumento, basándose en el texto
calendárico, al que faltaba el numeral de los 7 b’ak’unes,
reconstruyó esa cuenta larga. Cuando se encontró el fragmento superior
de la estela, se confirmó que la reconstrucción de la cuenta larga era
correcta. Estela C de Tres Zapotes, Veracruz, parte inferior. MNA.
Foto: Agustín Uzárraga / Raíces.
En estas páginas se hablará del “calendario
maya”, no como una asignación de origen de dicho elemento cultural, sino
como el resultado histórico de la asimilación y desarrollo que los
mayas hicieron de él. La cuenta larga es un cómputo lineal y continuo de
días transcurridos a partir de una llamada fecha era. La cuenta larga
es una especie de “supercarretera del tiempo” cuyo trayecto infinito es
recorrida por ciclos que, como ruedas dentadas, giran armónicamente
engranadas.
Olmecas y mayas: los creadores del sistema y sus herederos
Durante el siglo I a.C., los olmecas tardíos o
“epi-olmecas” articularon el sistema calendárico integral de cuenta
larga (cl) y rueda calendárica (rc), sustentado en una base vigesimal y
un esquema de notación posicional. La implementación de este último
recurso requirió de una extraordinaria invención: la del valor “cero”.
La creación de este sistema es uno de los logros intelectuales más
notables de la historia mesoamericana. Las primeras fechas de cuenta
larga fueron registradas en la Estela 2 de Chiapa de Corzo, Chiapas (36
a.C.), y en la Estela C de Tres Zapotes, Veracruz (32 a.C.). Más tardías
son las labradas en la Estela de La Mojarra, Veracruz (156 d.C.) y la
Estatuilla de Tuxtla, Veracruz (162 d.C.).
Durante el siglo III d.C., los mayas adoptaron el
sistema calendárico olmeca. La inscripción de cuenta larga más antigua
de la región maya fue labrada en la Estela 29 de Tikal, Guatemala (292
d.C.). De manera gradual, durante el periodo Clásico (250-900 d.C.) los
mayas desarrollaron la estructura calendárica olmeca e integraron en
ella nuevos periodos rituales y astronómicos, tales como la serie lunar y
los ciclos de 9, 7 y 819 días. Además, formularon nuevos ciclos de muy
larga duración que les permitieron calcular fechas hacia tiempos
pretéritos lejanos, míticos, e incluso hacia el futuro. El sabio inglés
John Eric Thompson, quien hizo notables contribuciones al conocimiento
de la mecánica del calendario, no aceptó, en principio, que el sistema
de cuenta larga tuviese un origen ajeno a la cultura maya. Cuestionó la
reconstrucción de la fecha de cuenta larga –durante algún tiempo
incompleta– de la Estela C de Tres Zapotes, propuesta por su
descubridor, Matthew W. Stirling. El hallazgo posterior del fragmento
faltante confirmó que este último estaba en lo correcto.
En estas páginas hablaremos del “calendario maya”,
no como una asignación de origen de dicho elemento cultural, sino como
el resultado histórico de la asimilación y desarrollo que los mayas
hicieron de él.
La fecha era
Como todo sistema cronométrico de larga duración,
el calendario maya tiene un punto de inicio, una fecha era o “día 0”.
Ese día inicial es 13.0.0.0.0,
4 ajaw, 8 kumk’u, que en
términos del sistema calendárico juliano equivale al 8 de septiembre de
3114 a.C. Cabe señalar que el factor de correlación o equivalencia entre
las fechas mayas y las nuestras (584,285 días) fue establecida por J.
Goodman, J. Martínez y J. E. Thompson (correlación gmt).
TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA
Los ciclos lunares
y el calendario maya
Stanislaw Iwaniszewski
Una
de las formas de los mayas para computar el tiempo consistió en contar
las lunas. El mes lunar iniciaba con la primera aparición de la Luna
creciente en el cielo vespertino y duraba hasta el momento de su
desaparición, lo que ocurría en un poco más de 29.53 días. Glifo C de la
serie lunar. Palenque, Chiapas. MNA.
Foto: Jorge Pérez de Lara / Raíces
No existe evidencia alguna de que los
mayas antiguos utilizaran un calendario formal basado en las fases de la
Luna, a la manera de los chinos, sumerios, babilonios o hebreos
antiguos. Sin embargo, durante el Clásico los mayas emplearon un
complejo sistema de contar los meses lunares asociado a las fechas
escritas en la llamada cuenta larga. Ideada ésta para calcular y
representar el tiempo, los mayas pronto se dieron cuenta de que el mismo
sistema podía servir para los cálculos astronómicos.
Cuando los
primeros españoles llegaron a la península de Yucatán, observaron que
los mayas contaban el tiempo utilizando el ciclo de las fases lunares.
En su Relación de las cosas de Yucatán el obispo Diego de Landa notó que:
Tienen su año perfecto como el nuestro, de 365
días y 6 horas. Divídenlo en dos maneras de meses, los unos de a 30 días
que se llaman u’, que quiere decir luna, la cual contaban
desde que salía hasta que no parecía. Otra manera de meses tenía de a 20
días, a los cuales llaman winal jun ek’eh.
La información que recogió Landa indica que los
mayas tuvieron dos maneras de contar el tiempo. Primero, los mayas de
Yucatán utilizaron el concepto del año para medir el tiempo. El año
común o civil conocido como haab’, constaba de 365 días y se
dividía en 18 periodos de 20 días cada uno, más los 5 días agregados al
final del año. Los periodos de 20 días fueron llamados winal jun ek’eh. Su significado no está muy claro, aunque según los diccionarios coloniales la palabra winal se traduce como el “mes antiguo de 20 días” y la palabra jun como “uno, una vez”.
La otra manera consistió en contar las lunas. El mes lunar conocido como u’, o uh,
“Luna” en maya yucateco, iniciaba con la primera aparición de la Luna
creciente en el cielo vespertino y duraba hasta el momento de su
desaparición. Igual que muchos pueblos norteamericanos, los mayas de
Yucatán contaban las lunas visibles de un ciclo, sin prestar mucha
atención a los periodos de su invisibilidad. Los meses lunares se
contaban desde la primera aparición de la Luna creciente en el cielo
vespertino hasta la siguiente, por lo tanto esta definición se acerca al
concepto moderno del mes sinódico, que describe el ciclo de las fases
de la Luna. Su duración es de poco más de 29.53 días.
Las series lunares entre los mayas
No existe evidencia alguna de que los mayas
antiguos utilizaran un calendario formal basado en las fases de la Luna,
a la manera de los chinos, sumerios, babilonios o hebreos antiguos. Sin
embargo, durante el Clásico (250-900 d.C.) los mayas emplearon un
complejo sistema de contar los meses lunares asociado a las fechas
escritas en la llamada cuenta larga.
TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA
Mayapán y el tránsito
de Venus de 2012
Jesús Galindo Trejo
El edificio principal de Mayapán es
el Castillo, muy semejante a su homónimo de Chichén Itzá: tiene nueve
cuerpos constructivos, cuatro escalinatas y también se puede admirar la
llamada serpiente luminosa, hierofanía solar que ocurre, en su
escalinata norte, durante la puesta del Sol en el solsticio de invierno.
Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces
Los mayas fueron minuciosos observadores
del firmamento y mostraron gran maestría en el registro del tiempo. Su
arte pictórico y arquitectónico manifiestan su extraordinaria
perspicacia como observadores de la naturaleza. Muchos de sus conceptos
religiosos reflejaron la importancia que asignaron a las deidades
representadas por los cuerpos celestes.
Recientemente
fuimos testigos de uno de los fenómenos astronómicos más espectaculares
que los sacerdote-astrónomos mayas pudieron haber observado. Al
conjugarse simultáneamente dos de los astros más venerados por los
pueblos mesoamericanos, ese fenómeno celeste representó un hecho que
requirió no sólo de la atención esmerada de los acuciosos observadores
mayas, sino también de algún ritual propiciatorio para obtener el favor
de las dos deidades fundamentales en el panteón maya: el Sol y Venus.
Hacia el año 1996 arqueólogos del INAH descubrieron en Mayapán, Yucatán
–la última gran urbe antes del contacto con los europeos–, un mural
policromo de obvio significado astronómico: ocho paneles rectangulares,
en el centro de cada uno de los cuales se plasmó un gran disco solar con
un personaje en posición descendente en su interior. Otros dos
personajes armados flanquean cada disco. Dos veces al año, el 9 de abril
y el 2 de septiembre, los rayos solares iluminan lateralmente a los
soles del lado sur del muro pintado. Tales fechas a lo largo de varios
milenios fueron excepcionalmente importantes en la práctica de
orientación de las grandes estructuras arquitectónicas mesoamericanas.
Esas fechas dividen el año solar en cuentas de días que se expresan como
múltiplos de 73 días. Este número es de gran significado porque cierra
la relación numérica entre los calendarios solar y ritual
mesoamericanos. El periodo sinódico de Venus de 584 días puede obtenerse
acumulando ocho veces 73. Este importante periodo venusino aparece
registrado en el Códice de Dresde.
La pirámide principal de
Mayapán se conoce como el Castillo y es semejante a su homónima en
Chichén Itzá, posee nueve cuerpos, cuatro escalinatas y también se puede
admirar la hierofanía solar en su escalinata norte, donde se forma una
serpiente luminosa en el ocaso del solsticio de invierno. Mayapán, según
el cronista franciscano fray Diego de Landa, fue fundada por Kukulcán,
quien venía del Altiplano Central y después de algunos años regresó a
él. Esta deidad, que es la misma que Quetzalcóatl, es Venus como
estrella de la mañana. La evidente presencia simbólica de Venus en
Mayapán, así como la manifiesta representación del Sol en el mural, nos
sugirió la posibilidad de que la pintura fuera una evocación
precisamente de un tránsito de Venus por el disco solar. En todo caso,
en 1152 y 1275 fueron observables desde Mayapán dos tránsitos de Venus
en el momento de la puesta solar.
TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA
Orientaciones en la arquitectura maya
Astronomía, calendario y agricultura
Pedro Francisco Sánchez Nava, Ivan Šprajc
El
Sol saliente sobre la crestería del Templo I de Tikal, Guatemala. La
observación fue hecha el 21 de septiembre de 2011 desde el santuario
superior del Templo III. En la tarde del mismo día, pero observando
desde el santuario superior del Templo I, el Sol descendiente se alinea
con la crestería del Templo III.
Foto: Dieter Richter
Es sabido que los templos, palacios y demás edificios
importantes que construyeron los mayas y otros pueblos mesoamericanos
fueron regularmente orientados hacia las salidas y puestas de algunos
astros, ante todo del Sol en ciertas fechas del año. Investigaciones
recientes han permitido avances notables en la comprensión de las
orientaciones, revelando que su función astronómica estaba estrechamente
vinculada con el sistema calendárico: los alineamientos relacionados
con el Sol permitían el manejo de calendarios observacionales,
compuestos por intervalos fácilmente manejables mediante el calendario
formal y muy probablemente destinados a facilitar la programación de las
actividades agrícolas y los rituales asociados en el ciclo anual.
También se ha descubierto que algunas ideas anteriores, aunque muy
difundidas, carecen de sustento.
En un estudio
sistemático que realizamos recientemente, efectuando mediciones precisas
en campo y adoptando una metodología más rigurosa que las empleadas en
investigaciones anteriores, hemos obtenido datos confiables para 271
orientaciones en 87 sitios arqueológicos en las Tierras Bajas Mayas. Los
resultados de nuestros análisis indican que las orientaciones de los
edificios cívicos y ceremoniales eran astronómicamente funcionales, ante
todo o exclusivamente, en dirección este-oeste. Aunque es muy probable
que algunas se refieran a los extremos de Venus o de la Luna, o incluso a
algunas estrellas, en su gran mayoría pueden relacionarse con las
salidas y puestas del Sol en ciertas fechas.
Los histogramas que
elaboramos muestran que la distribución de esas fechas en el año no es
uniforme, sino que manifiesta concentraciones particularmente
pronunciadas en cuatro épocas, que con mucha probabilidad pueden
explicarse en términos del ciclo agrícola, ya que corresponden a la
preparación de los campos de cultivo, el inicio de la época de lluvias y
de la siembra del maíz, la aparición de mazorcas tiernas (elotes) y la
época de la cosecha.
El hecho de que las fechas de salida del Sol caigan
predominantemente en otoño e invierno y las de su puesta en primavera y
verano se debe a la prevaleciente desviación de los alineamientos en el
sentido de las manecillas de reloj respecto a los rumbos cardinales (al
sur del este o, visto de otra manera, al norte del oeste), tendencia
muy común en Mesoamérica, cuyos orígenes han de buscarse en el
simbolismo relacionado con los rumbos del universo. Por otra parte, al
analizar la distribución de las orientaciones solares, detectamos que
las fechas que señala un edificio particular en el horizonte este u
oeste tienden a estar separadas por intervalos que son múltiplos de 13 o
de 20 días.
TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA
El tiempo mítico
en los códices mayas
Gabrielle Vail
En
la mayoría de almanaques y tablas de cómputo del tiempo mayas hay
textos que se relacionan con imágenes de seres que pueden identificarse
con alguna deidad o k’uh. Aquí se ve a tres deidades o k’uh. Códice Madrid, p. 83.
Reprografía: Tomada de Codex Tro-Cortesianus (Codex Madrid), 1967. M.A.P. / Raíces
Se sabe desde tiempo atrás que los
códices mayas contienen importante información sobre los rituales, la
astronomía y la adivinación. Abordamos ahora un nuevo nivel de
significado, que vincula el mundo maya del Posclásico con las hazañas y
proezas de divinidades y seres sobrenaturales, que se remontan al
principio de los tiempos.
Las escenas mitológicas son un elemento común en la cerámica pintada maya del periodo Clásico Tardío (ca.
600-900 d.C.); de igual manera, al esculpir inscripciones en los
monumentos, los escribas del Clásico asociaban con frecuencia
acontecimientos contemporáneos, como el ascenso de un gobernante, con
otros similares de los tiempos míticos, en los cuales participaron las
deidades patronas del sitio.
Se sabe menos sobre el contenido mítico de los
códices mayas, libros de papel, plegados y pintados en corteza de
amate. Todos los códices mayas que se conservaron corresponden al
Posclásico Tardío, y muy probablemente son uno o dos siglos anteriores a
la conquista española de la península de Yucatán, que comenzó a
principios del siglo XVI. Aunque en casi todos los almanaques y tablas
de cómputo mayas vemos imágenes de seres que pueden identificarse
textualmente como alguna deidad o k’uh, se ha prestado poca
atención a los componentes probablemente míticos de esos códices. Esto
resulta extraño, dado que hay numerosas referencias a la fecha 4 ahaw, 8 kumk’u,
que corresponde a agosto de 3114 a.C., y es también la fecha mitológica
con la cual comienza el ciclo de cuenta larga del calendario que aún
rige. Varias generaciones de investigadores han interpretado esas
referencias como puramente calendáricas, utilizadas para calcular las
fechas que caen en el tiempo histórico que corresponde a los escribas
que realizaron esas obras, en lugar de atribuirles un significado
mitológico.
Desde hace mucho tiempo se ha reconocido, sin
embargo, que los códices tuvieron usos diversos, por ejemplo,
adivinatorios, para planear actividades de subsistencia y las ceremonias
asociadas a ellas, para consignar fenómenos astrológicos.
Desde
principios del siglo XX se reconoció que los almanaques tenían un
enfoque claramente ritual o ceremonial; se advierte en ellos un buen
número de elementos distintivos: la presentación de ofrendas, la quema
de incienso, el uso de parafernalia ritual –sonajas y bastones– y el
sacrificio –sangrado de las orejas, lengua y genitales incluidos.
TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA