domingo, 26 de febrero de 2017

Arqueología Mexicana Especial 72- Códice de Dresden Parte 2



La segunda parte de la edición facsimilar del Códice Dresde esta a la venta.


Saludos 

El Mayista

domingo, 10 de abril de 2016

Arqueología Mexicana Especial 67- Códice de Dresden





Contenido

                   Historia del Códice de Dresde              El códice en el siglo XXI

                   El códice durante el siglo XVIII           Contenido del Códice de Dresde

                   El códice en el siglo XIX                        • Características de esta edición

                   El códice en el siglo XX                          Códice de Dresde.
                                                                                      Parte 1. Edición facsimilar


   Historia del Códice de Dresde


El Códice de Dresde es uno de los tres manuscritos jeroglíficos mayas cuya autenticidad nadie ha puesto en duda –los otros dos son los códices de Madrid y de París–; se trata de un libro plegado de papel amate (Ficus cotinifolia), aunque cada hoja está cubierta con una capa delgada de cal o estuco que servía para darle tersura. En los textos jeroglíficos mayas el nombre de dicho tipo de papel, de los códices mismos y de la deidad que habitaba en el interior de tales objetos era hu’un.

El hu’un o códice que nos ocupa tiene 39 hojas, la mayoría de las cuales están escritas y pintadas por ambos lados. Cada hoja mide 20.4 cm de alto por 9 de ancho, lo que da un total de 3.50 m de largo cuando está extendido. Actualmente está resguardado en la Biblioteca del Estado de Sajonia, en la ciudad de Dresde, Alemania.


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  El códice durante el siglo XVIII

El códice fue adquirido en 1739, en Viena, por Johann Christian Götze, director de la antigua Biblioteca Real Pública de Dresde, durante uno de sus viajes para adquirir libros en Italia. Götze se hizo de él en su camino de ida. A decir suyo lo encontró en la biblioteca privada de una persona, cuya identidad no revela, y lo “obtuvo fácil y gratuitamente”. En opinión del mismo Götze el documento “procede de la herencia dejada por algún español, que personalmente estuvo en América, o bien sus antepasados”. De vuelta en Sajonia, lo entregó a la biblioteca en enero de 1740. Es incierto lo que se conoce sobre el códice antes de estas fechas, y pocos son los datos que se tienen sobre él en el resto del siglo xviii.

En 1963 Michael D. Coe publicó un hallazgo que mostraba que el códice fue utilizado en 1796 por el barón Von Rocknitz, quien en una obra sobre decoración de interiores empleó sus diseños para adornar una habitación en el estilo “mexicano”.


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   El códice en el siglo XIX


En el siglo XIX Carl A. Böttiger mencionó el códice en una publicación sobre arqueología de 1811. La noticia llamó la atención del barón Alexander von Humbolt y del editor británico Lord Kingsborough. El primero decidió publicar cinco páginas de él en un “Atlas pittoresque”, que forma parte de su obra Vues des Cordilléres et monumens des peuples indigénes de l’Ameri-que, cuyo prefacio lleva la fecha de 1813.

En 1826 el italiano Agustino Aglio visitó Dresde por orden de Kingsborough para realizar un facsímil del códice por medio de calcas. Aglio no encontró un códice unido, sino dos pedazos, uno de 24 y el otro de 15 hojas. No se sabe si el códice que adquirió Götze ya estaba así dividido o si se trata de una separación hecha después de su ingreso a la biblioteca, pero esta forma en que el códice fue encontrado por Aglio ha determinado la paginación confusa que tiene el manuscrito hasta el día de hoy. Grosso modo puede decirse que la sección más larga corresponde a las páginas 1 a la 24 (anverso) o 25 a la 45 (reverso), mientras que el fragmento más corto va de la página 46 a la 60 (anverso) o 61 a la 74 (reverso). El códice fue publicado por primera vez de forma completa en el volumen 3 de la obra Antiquities of Mexico (1831-1848) de Kingsborough.


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 El códice en el siglo XX

En esta misma línea de trabajo, Alfred M. Tozzer y Glover M. Allen publicaron en 1910 una lista de los animales y sus posibles jeroglíficos nominales, según aparecen en los códices mayas. Este trabajo y el de Schellhas son clásicos e indispensables para cualquier mayista.

La cuarta edición completa del Códice de Dresde vio la luz en Guatemala en 1930 y es obra de J. Antonio Villacorta y Carlos A. Villacorta. Es una versión completamente dibujada a línea que, a pesar de tener algunas inexactitudes, sigue siendo de gran valor didáctico. Por ello fue reimpresa en 1976.

La quinta edición completa, de 1932, fue obra del antropólogo William Gates. Se trata de la primera edición en formato de biombo y de la única edición tipográfica, pues Gates mandó a fundir tipos especiales de imprenta para cada jeroglífico y, según parece, les colocó el color a mano.


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   El códice en el siglo XXI

Hasta donde tengo noticia, la primera edición completa del códice producida en el siglo XXI es de 2007 y se titula Los códices de Dresde, París y Grolier. Ri mayatz’ib’ k’o Dresde, París xuquje’ ri Xk’ut pa Grolier, con comentarios de Federico Fahsen Ortega y Daniel Matul Morales. Fue publicada en Guatemala, las reproducciones son muy nítidas y a color, pero los comentarios son básicos.

Otra vía de investigación sobre los jeroglíficos mayas, que incluye también a los códices, es la de los tropos o figuras retóricas, que permiten analizar ese tipo de testimonios como ejemplos de la literatura maya: metáforas, paralelismos, sinonimias, etc., algunos de los cuales aparecerán en este comentario. Sobre este tema destacan las aportaciones de Lacadena (2007; 2009; 2010).

Un catálogo de jeroglíficos de los códices mayas fue publicado en 2009 por Martha J. Macri y Gabrielle Vail, una valiosa herramienta de trabajo.


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   Contenido del Códice de Dresde


Es una compilación de complejos almanaques adivinatorios, tablas astronómicas, calendáricas y numéricas, cuyo fin último es la pronosticación del futuro en el marco de un orden sagrado, instituido desde los tiempos míticos arcanos, sin dejar de lado importante información ritual. El fundamento tanto de los augurios como de las ceremonias religiosas son los mitos cosmogónicos. Sus contenidos son variados, pues incluye vaticinios para diversos aspectos de la vida cotidiana de los campesinos, para los ciclos de Venus, de la Luna y de los eclipses, para los k’atuunes o periodos de 20 años de 360 días cada uno, para la lluvia, la sequía, los ritos de año nuevo, las ceremonias agrícolas de los “quemadores” y posiblemente para los movimientos del planeta Marte; además proporciona información valiosa sobre los mitos y los atributos de los dioses, mucha de la cual no se encuentra en otros documentos mayas.


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   Características de esta edición


Las fotografías de esta edición están tomadas de la de Förstemann (1892). El ejemplar que consultamos pertenece a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia del inah. Deseamos agradecer al Dr. Baltazar Brito Guadarrama, director de esa biblioteca, las facilidades que nos dio para reproducir el códice.

La brevedad del espacio exige sacrificar algunos aspectos del códice a lo largo del comentario. Por ejemplo, a cada uno de los textos augurales de los almanaques le corresponden cuatro o cinco fechas posibles, pero en esta edición preferimos darle importancia a la lectura fonética del texto jeroglífico, tomando en cuenta los avances de la epigrafía, en lugar de detallar los elementos calendáricos, que el lector podrá consultar, por ejemplo, en el comentario de Thompson (1972; 1988). Lo anterior obedece a que la interpretación de los ingredientes cronológicos no ha cambiado radicalmente desde hace décadas; no así las lecturas fonéticas de los jeroglíficos, que siempre es necesario actualizar.


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   Códice de Dresde.
   Parte 1. Edición facsimilar

                        PÁGINA 1 (Escriba 1)
                Almanaques misceláneos, serie I

Esta primera página es la más dañada del códice, en virtud de que comenzó a desgastarse desde que desaparecieron las posibles tapas que protegían el documento. A pesar de su elevado deterioro, puede afirmarse que contenía el mismo margen de líneas rojas o escarlatas que existe en el resto de las páginas. Del mismo modo, cada una de las secciones en las que están divididos verticalmente los folios se encuentra separada de las otras por líneas rojas. Esta característica ya se nota desde la página 1 del manuscrito de Dresde, como también el hecho de que a lo largo de todo el códice los números rojos aluden a fechas, mientras que los negros son números de distancia, es decir, intervalos entre las fechas, convención que fue descubierta por Förstemann (1892) y que comienza desde la misma página 1. Existe un relativo consenso en el sentido de que estaba dividida en tres secciones que, descritas de arriba a abajo, consisten en lo siguiente.


                       PÁGINA 3 (Escriba 2)
               Almanaques misceláneos, serie II


Ésta es la primera página atribuida al escriba 2. Se encuentra dividida en tres secciones. La única que contiene escenas y textos es la superior (sección a). En cuanto a las secciones b y c, sólo se esbozaron los contornos de los signos de los días colocados en columnas a la izquierda del espacio compositivo, pero al parecer nunca se escribieron. Éste es el punto de vista que favoreció Thompson (1972), pero Grube (2012) cree que al parecer toda la página fue borrada y luego sólo se reutilizó la mitad superior. Parece que en las dos secciones inferiores el escriba intentó organizar el campo espacio-temporal en cinco segmentos con 52 días de separación, lo que obviamente hubiera dado lugar a dos almanaques de 260 días cada uno.


                   PÁGINA 24 (Escriba 3)
                   Tabla del planeta Venus


Esta página constituye la introducción a la tabla de Venus, que se extiende de la página 46 a la 50.

Venus es el tercer cuerpo más brillante del firmamento, después del Sol y la Luna. Los mayas le otorgaron una gran importancia y en este códice se le denomina Chak Ek’, ‘Gran Estrella’. Su ciclo aparente desde la Tierra o ciclo sinódico es irregular, aunque tiene un promedio de 583.92 días, pero los pueblos mesoamericanos lo calcularon en 584 días enteros, periodo idealizado y conocido como ciclo o rueda de Venus. Para un observador terrestre este periodo consta de cuatro fases de duración variable, que en el Códice de Dresde fueron estimadas en 236 días (estrella matutina por el oriente), 90 días (fase de desaparición más larga o conjunción superior), 250 días (estrella vespertina por el poniente) y 8 días (fase de desaparición menor o conjunción inferior). Del mismo modo, los mesoamericanos le otorgaron una gran importancia a la coincidencia de que cinco ruedas de Venus (584 x 5) tienen la misma duración que ocho años vagos (365 x 8), periodo que consta de 2 920 días y principio básico que estructura esta tabla. De este modo, cada una de las cinco páginas que van de la 46 a la 50 alude a una rueda de Venus (584 días), al tiempo que las cuatro fases de 236, 90, 250 y 8 días están presentes en cada una de esas mismas cinco páginas, lo que da lugar a 20 estaciones (5 x 4), cada una de las cuales estaba regida por un dios distinto.




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martes, 1 de marzo de 2016

Conferencia: “Los Lacandones, Verdaderos Señores de Palenque”



Se les invita a esta conferencia Donde la Dra. Agnese Sartori restablece un vínculo entre los Mayas Lacandones y la importancia de salvar su cultura en la actualidad.

Viernes 4 de Marzo del 2016
19 horas
Auditorio “Juan Manuel Torrea”
“Academia Nacional de Historia y Geografía”
Londres 60, Zona Rosa, Col. Juárez, Ciudad de México.






lunes, 4 de enero de 2016

Revista Arqueología Mexicana: Los Mayas del Petén



Ceibal, El Perú-Waka', Tikal, Uaxactún,
Yaxhá, Nakum, Naranjo, Holmul,
Chilonché, La Blanca, Xultún

DOSIER

Descubrimientos recientes
en las tierras bajas
mayas de Guatemala

Petén es el departamento de la zona maya con la mayor cantidad de programas de investigación. Año con año se hacen descubrimientos que agregan una pieza al rompecabezas de la historia de esa región.

Los primeros centros
de Petén: Ceibal

Nuevas investigaciones en Ceibal confirmaron que se trató de uno de los primeros asentamientos en el Petén. En ese sitio se localizó la arquitectura ritual más antigua de la región, asociada con ofrendas que contenían objetos de estilo olmeca, lo que indica interacciones con el área del Golfo de México.

Investigaciones en
El Perú-Waka’, Guatemala

Gracias a recientes descubrimientos en el sitio El Perú-Waka’, Guatemala, se conoce un poco más sobre el interesante papel desempeñado por las mujeres de la dinastía Kaan.

Las relaciones entre
Tikal y Uaxactún.
Investigaciones actuales

Las antiguas ciudades mayas de Tikal y Uaxactún mantuvieron a lo largo de su historia buenas relaciones entre sí. Sin embargo, los avatares propios de cada asentamiento propiciaron diferencias considerables que determinaron una identidad propia.

El Parque Nacional
Yaxhá-Nakum-Naranjo.
Yaxhá y sus vecinos

Las antiguas ciudades de Yaxhá, Nakum, Naranjo y Topoxté fueron importantes centros urbanos que a lo largo de su historia formaron parte de las redes políticas y económicas regionales.


Holmul y la hegemonía del reino
Kaanul en el este de Petén.

En los últimos 15 años se han logrado contestar algunas de las interrogantes principales sobre Holmul: cuál era la extensión real de la ciudad, cuáles sus antecedentes en el Preclásico y sus relaciones externas en el Clásico.


Chilonché y La Blanca.
Arquitectura monumental
en la cuenca del río Mopán

Los trabajos en Chilonché y La Blanca tienen varios objetivos: investigar un territorio con una gran riqueza arqueológica aún escasamente explorado; poner en valor sitios con una destacada arquitectura monumental y hacerlos visitables, y contribuir así al desarrollo económico y social de las comunidades del entorno.


El taller de Los Sabios.
La producción de murales y
códices en Xultún, Guatemala.

Se ofrece aquí una breve actualización de los recientes trabajos arqueológicos en Xultún, Guatemala, enfocado todo en un mural del Clásico Tardío descubierto en 2010.

lunes, 3 de agosto de 2015

Escultura encontrada en Petén refleja la veneración al jaguar en la cultura maya

Una escultura en estuco policromo, del Período Clásico Temprano de la cultura maya (250 a.C. 600 d.C.), cuestiona a los arqueólogos, quienes aún no cuentan con la información suficiente para determinar si se trata de la figura de un guerrero preparado para la batalla o un danzante ritual que simula ser un jaguar.

La pieza fue encontrada en la década de 1990, al sureste del lago Petén Itzá, Petén, cuando se cavaba un pozo. Representa a un hombre boca abajo, vestido lujosamente con piel de jaguar y ornamentos, con los brazos y la pierna derecha flexionados, en actitud de avanzar sigilosamente sobre el suelo. Se exhibe en Artecentro Graciela Andrade de Paiz, 9a. calle 8-54, zona 1 de la capital.

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

Escultura en estuco policromo de un personaje masculino, posiblemente un guerrero o danzante ritual, con máscara de jaguar. Pieza del periodo clásico temprano (250 aC - 600 dC, de las Tierras Bajas Mayas, Suroeste del lago Petén Itzá, Petén, Guatemala.

Venerado

Sea cual fuere el simbolismo de la escultura, los elementos que contiene reflejan la importancia que el jaguar, el felino más grande de América, tenía para los mayas en su vida y cosmovisión.

“Vestirse de esa forma no era disfrazarse para esconder la identidad detrás de una máscara sino para adoptar los atributos del animal representado”, explica la arqueóloga Sofía Paredes Amauri, de la Fundación La Ruta Maya, entidad que custodia la pieza mencionada.

Vestir atuendos elaborados con piel de jaguar y hasta guantes con las garras de este felino, estaba reservado a la nobleza, guerreros, sacerdotes y danzantes. No era solo un elemento suntuario, sino se creía que concedía poderes sobrenaturales, como visión nocturna, habilidad para la caza, trepar árboles, sumergirse en el agua, entrada al inframudo o habitar las cuevas.

Al jaguar se le asociaba con sacrificios de sangre por ser un depredador, y se le reconocía como deidad del sol, del inframundo y el más respetado de lo animales. Su piel moteada con rosetas café y negro representaba el cielo estrellado.

Qué es el estuco

Era una pasta de cal o yeso mezclada con un pegamento orgánico aplicada a determinada superficie para posteriormente decorarla o colorearla. El templo I o del Jaguar, en Tikal, estaba revestido de este material y ricamente coloreado y decorado en sus crestería.


 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

Máscara: el personaje se cubre la cabeza y parte de la cara con piel de jaguar.  Al frente destacan  los colmillos del felino. Deja al descubierto el área de la boca. 

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro
 
Orejeras: adornos circulares posiblemente de jade cubren las orejas delpersonaje.
 Foto Prensa Libre: Edwin Castro
 Collar: cordel  de varios hilos atado en la parte posterior del cuello, de cuentas de jade y adorno en forma de pompón elaborado de fibra vegetal.

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

Faldilla: originalmente amarilla y negra para simular la piel de jaguar.  Su uso se reservaba a gobernantes, nobles,  militares y danzantes. Consistía en una tela cuadrada doblada diagonalmente que se amarraba a la cintura y cubría las caderas.

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

Cinturón; estaba pintado de rojo y negro. Adornado con figuras de flores de cuatro pétalos, rollitos de papel o tela y borlas con flecos.

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

 Tobilleras y  brazaletes: de conchas  o piezas tubulares  de hueso o jade, usados por los danzantes para producir sonidos. En las danzas actuales se han sustituido por cascabeles.

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

 Pie derecho:  muestra el empeño de los escultores por reproducir fielmente el cuerpo humano.  Al lado, se observa el maxtlatl o taparrabo, pieza de tejido largo que se enrollaba varias veces a la cintura, se pasaba entre las piernas y se anudaba atrás. Contenían exuberantes decorados. 

 Foto Prensa Libre: Edwin Castro

Vista posterior de la estatua que destaca el manejo de la forma y posición humanas logradas por los aritstas.


Fuente: Prensa Libre: Edwin Castro

miércoles, 1 de julio de 2015

Las primeras culturas de Guatemala, Arqueología Mexicana índice 134


Las culturas de Guatemala

Samabaj, una isla sumergida en Atitlán

El Altiplano Central maya, Kaminaljuyú y sus vecinos

La zona de la boca costa en el Preclásico. Intercambio, interacciones y la antigua ciudad de Tak’alik Ab’aj

Cotzumalguapa, una ciudad del Clásico



Las culturas de Guatemala
Bárbara Arroyo 

El territorio guatemalteco refleja la diversidad cultural que abrigó este territorio en tiempos antiguos. Cada región –como las Tierras Bajas mayas, el Altiplano maya, la boca costa y la planicie costera del Pacífico– tiene sitios cuya jerarquía social demuestra sus grandes avances. En cada zona se dieron desarrollos que dominaron varios ecosistemas, y a la vez en todas las zonas geográficas hubo extenso contacto e interacción por medio de rutas naturales de comunicación como los ríos y pasos de montaña.

El territorio que hoy ocupa Guatemala formó parte del gran sureste mesoamericano en el que se desarrolló la gran civilización maya. También se asentaron otras poblaciones que interactuaron con grupos mayas, las cuales compartieron patrones culturales similares pero con idiomas distintos y características propias. La geografía de la región se distingue por distintos nichos ecológicos: las Tierras Bajas mayas, compuestas por suelos kársticos; el Altiplano maya, con sus bosques de pinos y encinos; la boca costa, con sus volcanes y ríos, y la planicie costera del Pacífico con suelos fértiles, ríos y ricos depósitos aluviales.

El territorio guatemalteco, diverso en su paisaje y composición geográfica, refleja la diversidad cultural que abrigó este territorio en tiempos antiguos. Cada región tiene sitios cuya jerarquía social demuestra sus grandes avances. En cada una se dieron desarrollos que dominaron varios ecosistemas, y a la vez en todas las zonas geográficas hubo extenso contacto e interacción por medio de rutas naturales de comunicación como los ríos y pasos de montaña.

Las Tierras Bajas mayas del Petén

Los habitantes de las Tierras Bajas mayas se concentraron en el norte del territorio guatemalteco, en el departamento de Petén. En su límite norte, la cuenca Mirador fue uno de los lugares más densamente poblados en los periodos Preclásico y Clásico. Los sitios del Preclásico más conocidos fueron Mirador y Nakbé, y hubo muchos otros que fueron ocupados por grupos mayas organizados de manera compleja a partir de 800 a.C., que alcanzaron su apogeo alrededor de 200 a.C.



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 Bárbara Arroyo. Arqueóloga por la Universidad de San Carlos y doctora en antropología por la Vanderbilt University. Ha trabajado en la Costa del Pacífico de México, Guatemala y El Salvador y en el Altiplano maya. Directora del Proyecto Kaminaljuyú de la Dirección General del Patrimonio Cultural y Natural de Guatemala.



Samabaj, una isla sumergida en Atitlán
Sonia Medrano Busto

En 2008 inició la investigación arqueológica subacuática en Samabaj, sitio sumergido en el lago de Atitlán; el reconocimiento subacuático no ha terminado pero ya se sabe cómo era el sitio y el paisaje que el agua cubrió.
El lago de Atitlán, en el Altiplano de Guatemala, ocupa una caldera que se formó hace 65 000 años. La actividad volcánica continuó y dentro de la caldera se formaron tres volcanes que ahora son el límite sur del lago. Al observar el paisaje es difícil imaginar que hace 1 700 años era diferente, que el nivel del agua era por lo menos 25 m más bajo y en el lado sur había tres islas, una de ellas con construcciones y monumentos. Los antiguos habitantes del lago, cautivados por su entorno y encanto, construyeron un espacio público. Pero el nivel del agua subió y el sitio desapareció, para ser descubierto a finales del siglo xx y mostrarnos que la naturaleza es poderosa y dinámica. En 2008 inició la investigación arqueológica subacuática del sitio; el reconocimiento subacuático no ha terminado pero ya sabemos cómo era el sitio y el paisaje que el agua cubrió.

El buceo en el lago tiene limitaciones por la altitud, 1 560 msnm, y la temperatura del agua. Generalmente cada inmersión tuvo una duración promedio de media hora y sólo se podían realizar dos al día; el proceso para recuperar información era lento. La isla donde se construyó Samabaj es una elevación con lados empinados; el área donde se encuentran las construcciones se extiende 477 m de norte a sur, por 344 m de este a oeste, y antiguamente se encontraba a 400 m de la playa. Hasta el momento se han localizado estructuras con diferentes características: basamentos rectangulares, graderíos, estructuras circulares, bases para atracaderos y una construcción denominada Plaza Cerrada, que es un recinto destinado a usos rituales y públicos donde también se colocaron monumentos.




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 Sonia Medrano. Arqueóloga por la Universidad de San Carlos de Guatemala, con estudios de posgrado por la Universidad de Vanderbilt, Tennesse. Catedrática en la Escuela de Posgrado de la Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.



El Altiplano Central maya, Kaminaljuyú y sus vecinos
Bárbara Arroyo 

En Guatemala, el Altiplano Central maya se caracteriza por tierras fértiles, abundante agua en la forma de manantiales y ríos que corren por los profundos barrancos que rodean el valle. Se han registrado cerca de 28 sitios en la zona, entre ellos Kaminaljuyú, Naranjo y Santa Isabel, que comparten características como monumentos lisos, cerámica de estilo similar y ubicación cercana a cuerpos de agua.

El Altiplano Central maya se ubica en el valle central de Guatemala. Se caracteriza por tierras fértiles, abundante agua en la forma de manantiales y ríos que corren por los profundos barrancos que rodean el valle. Esto favoreció en la antigüedad la preferencia para establecerse en este lugar.

Edwin Shook fue uno de los arqueólogos pioneros en realizar recorridos y excavaciones en esa zona, e identificó 28 sitios en el valle y alrededores, entre ellos Kaminaljuyú, Naranjo y Santa Isabel. Desafortunadamente, debido al crecimiento urbano, sólo se tiene información de la historia de algunos de ellos. Sin embargo, todos tuvieron monumentos lisos, cerámica de estilo similar y se asentaron cerca de cuerpos de agua en el Pre- clásico.
Naranjo
El sitio de Naranjo se ubica a sólo tres kilómetros al norte de Kaminaljuyú (fig. 1), y su ocupación tuvo lugar entre 800 y 500 a.C.A pesar de la gran densidad de su población, no fue ocupado posteriormente, a excepción de alguna actividad ritual en el Clásico Tardío. Tal situación permitió investigarlo a fondo antes del desarrollo urbanístico moderno. Se demostró que el sitio fue un importante centro regional en el Preclásico Medio, también utilizado como lugar de peregrinaje.

 

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Bárbara Arroyo. Arqueóloga por la Universidad de San Carlos y doctora en antropología por la Vanderbilt University. Ha trabajado en la Costa del Pacífico de México, Guatemala y El Salvador y en el Altiplano Maya. Directora del Proyecto Kaminaljuyú, Dirección General del Patrimonio Cultural y Natural de Guatemala.




 
La zona de la boca costa en el Preclásico.
Intercambio,interacciones y la antigua ciudad de Tak’alik Ab’aj
Christa Schieber de Lavarreda 

La boca costa del Pacífico en Centroamérica es un corredor natural de comunicación propicio para el intercambio comercial y cultural, lo cual dio lugar al desarrollo de una de las zonas culturales más tempranas y con mayor diversidad de Mesoamérica. La antigua ciudad de Tak’alik Ab’aj es un ejemplo del rico espectro cultural de la región.
  La estrecha franja que une a las partes de América del Norte y del Sur, denominada Centroamérica, está marcada por la cordillera centroamericana que corre como columna vertebral a lo largo del litoral del Pacífico. Paralelo a ella se desplaza el característico paisaje de la boca costa, fértiles laderas de esta cadena volcánica que descienden hacia la planicie del mar. El paisaje, a media altura de estas laderas (aproximadamente 600 msnm), donde los ríos no son tan anchos ni las montañas y barrancos tan pronunciados que impidan cruzarlos, representa la ruta de paso más fácil para el desplazamiento humano desde el inicio de la historia mesoamericana hasta la actualidad.

Hace 2 700 años pasaban los mercaderes en viajes de semanas, custodiados siempre a su paso por las ceibas, y por el espectáculo del horizonte zigzagueante de la cadena volcánica –detrás del cual aparece el sol en las mañanas–, y por la planicie costera, en cuya línea se hunde al anochecer en el mar. Esta ruta del Preclásico es como un collar de cuentas, con las ciudades situadas aproximadamente a cada 45 km (trayecto que se puede recorrer a pie en un día), formando parte de un elaborado sistema de intercambio a larga distancia, el cual pasaba por diversos pueblos y fronteras culturales, desde El Salvador hasta Chiapas, cruzaba el istmo de Tehuantepec, hasta llegar al Golfo de México.


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Christa Ilse Schieber Göhring de Lavarreda. Arqueóloga, encargada del programa de investigación del Parque Arqueológico Nacional Tak’alik Ab’aj. Especialista en arqueología de la zona de la boca costa del litoral del Pacífico, y en el estudio y la conservación de la arquitectura de barro, la escultura y el arte lapidario del Preclásico.


Cotzumalguapa, una ciudad del Clásico
Oswaldo Chinchilla Mazariegos


Gruesas capas de suelos ocultan a la vista los restos arquitectónicos de Cotzumalguapa, ciudad del Clásico, con excepción de los más prominentes, que se concentran en tres conjuntos: El Baúl, El Castillo y Bilbao. También yacen ocultas las calzadas que comunicaban entre sí estos conjuntos, que se extendían hacia los sectores habitacionales aledaños y formaban una compleja red de vías de comunicación.

A la sombra humeante del volcán de Fuego –uno de los conos más activos del continente americano– se extiende una de las zonas arqueológicas más grandes e importantes de Guatemala. Los restos de Cotzumalguapa, ciudad del Clásico, yacen bajo los campos cultivados con caña de azúcar y hule, bajo el asfalto de las calles, y bajo las casas de las colonias que amenazan con destruir lo que queda de ella. Periódicamente, los discos de los arados chocan con esculturas de gran tamaño –que forman uno de los conjuntos monumentales más distintivos de la antigua Mesoamérica–, dejando feas cicatrices sobre los relieves. No obstante su importancia, la zona arqueológica carece de protección alguna y se encuentra expuesta a los embates del clima, la agricultura intensiva y el vandalismo.

No será la primera vez que la actividad humana en esta localidad destruya los restos del pasado. La actividad constructiva del Clásico cubrió hasta hacer casi invisibles los estadios de ocupación anteriores, que se remontan hasta el Preclásico Medio. Las esculturas monumentales hacen evidente el desarrollo de jerarquías políticas durante el Preclásico Tardío, y la participación de los escultores de Cotzumalguapa en amplias redes de interacción estilística y de escritura, que abarcaban la costa del Pacífico y el valle de Guatemala. La Estela 1 de El Baúl presenta una fecha de cuenta larga del año 37 d.C., y tuvo una de las inscripciones más largas de su época en Mesoamérica, ahora ilegible.

Tras un periodo de poca actividad durante el Clásico Temprano, Cotzumalguapa resurgió con fuerza a partir de 650 d.C. El auge de Cotzumalguapa coincidió aproximadamente con el abandono de Montana, un gran centro regional situado cerca del litoral del Pacífico, que fue el foco de la presencia teotihuacana en Escuintla. Durante el Clásico Tardío, Cotzumalguapa fue la ciudad más grande e influyente del sur de Guatemala. Su preponderancia se percibe en su estilo escultórico, cuyos ejemplos se encuentran distribuidos a lo largo de la costa del Pacífico y el Altiplano Central. Por motivos que se desconocen, Cotzumalguapa decayó hacia 950 d.C.



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Oswaldo Chinchilla Mazariegos. Arqueólogo, profesor en la Universidad de Yale. Se especializa en la arqueología de la costa del Pacífico de Guatemala y en el estudio de la religión, el arte y los sistemas de escritura de Mesoamérica. Autor de Cotzumalguapa, la ciudad arqueológica: El Baúl, Bilbao, El Castillo (2012), e Imágenes de la mitología maya (2011).



La tumba real del Templo XVIII-A de Palenque, Chiapas
Lourdes Rocío Couoh Hernández, Martha Cuevas García 

En el Templo XVIII-A de Palenque se localizó un recinto funerario (tumba III) con dos esqueletos depositados directamente sobre el suelo: el principal era un importante miembro de la elite gobernante –con una suntuosa ofrenda (máscara de cinturón hecha de jadeíta y concha nácar, orejeras también de jadeíta, hachuelas de caliza y vasijas de barro)–, y el segundo corresponde a una mujer que perteneció a un estrato social más bajo.

En 1957 fue descubierta una tumba real, cuando el equipo dirigido por Alberto Ruz Lhuillier exploraba el Templo XVIII-A, ubicado al sur del Grupo de las Cruces, el área ceremonial más importante de P
lenque. Ese templo fue de los primeros que se investigaron
dentro del conjunto arquitectónico conocido como Acrópolis Sur, donde se encuentran otros inmuebles importantes, como los templos XVIII, XIX, XX y XXI. Los dos entierros localizados dentro de esa tumba han sido motivo de un reciente estudio bioarqueológico (Couoh, 2013), de cuyos resultados daremos cuenta aquí.

Dentro del recinto funerario –llamado tumba III
por Ruz– se encontraron
dos esqueletos depositados directamente sobre el suelo:
el principal fue un importante miembro de la elite gobernante, y
el segundo corresponde a una mujer que perteneció a un estrato social más bajo. Una de las características más sobresalientes de la cámara funeraria es la antigüedad que le asignó Robert Rands (2004, p. 3), a partir de la cronología de la ofrenda cerámica, dentro del Clásico Temprano (400-600 d.C.). Así, se trata de la tumba real más temprana encontrada en Palenque, aunque en nuestras investigaciones recientes, el análisis por radiocarbono del gobernante arrojó fechas absolutas aún más tempranas: 250-420 d.C. (LTL12759A:1696 ±30 AP).


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Lourdes Couoh Hernández. Antropóloga física por la enah y doctora en antropología por la unam. Martha Cuevas García. Arqueóloga por la enah y doctora en estudios mesoamericanos por la unam. Investigadora del inah.