A orillas del Lago de Amatitlán, científicos
rusos efectúan intensas investigaciones sobre la cultura maya, en un
centro dirigido por la lingüista e investigadora antropológica Galina
Ershova, quien por 20 años fue asistente y fiel amiga del
investigador Yuri Knórozov (1922-1999), quien descifró claves de la
escritura maya en la década de 1950.
Llega cada dos meses al país para continuar con su trabajo y proseguir el legado de quien fue la inspiración de su labor.
¿Cómo conoció a Knórozov?
Cuando estudiaba Filología en la universidad me llamó la atención que Yuri Knórozov, sin haber salido nunca de la Unión Soviética, diseñó un método de desciframiento de escritura antigua y la aplicó a la de los mayas. Me gradué de filóloga —en la década de 1970— y me dirigí al Instituto de Etnografía de la Academia de Ciencias, donde él trabajaba, en Leningrado —San Petersburgo—, y le dije que quería trabajar con él.
¿Cuál fue su primera tarea?
Me dio un texto en el que aparecían los Cantares de Dztibalché en maya, —que datan de principios del siglo XVI, escritos en Campeche, México—, y me preguntó si lo podía traducir. No le dije que no. Él tenía diccionarios. En una semana se la llevé y le pareció, aunque fue una tarea difícil. Luego empecé a trabajar en un catálogo de epigrafía maya. A él le interesaban mucho los jeroglíficos en la cerámica. En ese entonces, para una persona común y corriente y recién graduada era difícil trabajar en la Academia de Ciencias. Él quería comprender cómo se desarrollaron como civilización.
¿Cómo se concretó la llegada de Knórozov a Guatemala?
Raquel Blandón —quien era esposa del entonces presidente Vinicio Cerezo— hizo una visita a la Unión Soviética en 1989, lo invitó oficialmente a venir a Guatemala. Él no creía que por primera vez saldría al extranjero después de haber estudiado a los mayas durante 50 años.
¿Cuál fue la impresión cuando visitó Tikal?
Estaba encantadísimo. Y no se imaginaba que la gente lo quería conocer. Hablaba poco, tenía la espalda encorvada y fumaba muchísimo. Cuando llegó, en 1989, a Tikal —tenía 67 años—, se sentó, se puso a fumar y seguramente se imaginó cómo era la vida en ese lugar. Tenía una mente cinematográfica, una visión interna y una capacidad mental increíbles. Memorizaba libros enteros.
¿Conoció otros lugares?
Estaba obsesionado con conocer Takalik Abaj, pero en aquel entonces era un sitio desconocido. Yo, hasta este año lo visité para cumplir el sueño de Knórozov. Ya en ese tiempo él consideraba que ese era un lugar clave para la formación de la cultura mesoamericana, pero hubo un contratiempo. Aún había conflicto armado y recibimos llamadas en las que nos amenazaban con matarnos si no abandonábamos el país. Yo estaba asustada, pero Knórozov no. Una de esas noches salió de su cuarto de hotel y preguntó: “¿Ya vinieron a matarnos?” Salimos del país dos semanas después y nos fuimos a México.
¿Era alguien enojado?
No lo era; su mirada era seria. Tenía un sentido de humor increíble. Siempre encontraba lo paradójico en cualquier situación. Era romántico e histriónico. Le atraían mucho los animales y los niños. En el museo, los pequeños siempre se acercaban a él. Tenía mucha paciencia para explicarles.
¿Qué tan cierta es la historia de que los códices mayas llegaron a las manos de Knórozov mientras combatía en la Segunda Guerra Mundial, en Alemania?
Eso es mentira, inventada por un periodista en aquel tiempo, la cual se tomó como verdadera. Aunque él quiso enlistarse en el ejército antes de la guerra, no lo aceptaron, por problemas de salud.
Él nació en Járkov, Ucrania, donde en 1939 lo mandaron a hacer trincheras, nada más. Nunca estuvo en Berlín. En 1943 se fue a vivir con su familia a Moscú. Ese año continuó su educación en la Universidad Estatal y fue en la Biblioteca Nacional de Lenin donde se topó con la Relación de las cosas de Yucatán (1566-1568), de Diego de Landa, y los códices. Antes de terminar la universidad ya había traducido la obra de Landa. Eso le valió una magnífica recomendación para continuar el doctorado.
¿Cree que el descubrimiento de Knórozov fue justamente reconocido?
Ahora sí, pero no en el pasado. En la década de 1930 el arqueólogo estadounidense Eric Thomp-son, quien no tenía ninguna preparación pero sí amplia experiencia, decía que quería descifrar la escritura maya, pero no tenía conocimientos profundos para hacerlo. Tampoco dejaba que ningún colega trabajara en ese tema.
Luego de que en 1957 Knórozov presentara los resultados de sus investigaciones, Thompson le envío una carta a un colega en la cual manifestaba su enojo e incluso se refería a Knórozov como “maldito ruso”. Los arqueólogos estadounidenses no lo mencionaban y actuaban como si la escritura maya se hubiera descifrado por sí sola. Ellos se aprovecharon de que él no podía salir de la Unión Soviética y defenderse. Los mayores especialistas del mundo llegaron con él y les quedó claro que había descifrado la epigrafía maya.
¿Cuál ha sido la labor científica del centro que usted dirige?
En la década de 1990, en medio de la miseria que se vivía en la Unión Soviética, fundé el centro en la Universidad Estatal para las Humanidades y se abrió la especialización en culturas precolombinas, para conservar el legado científico de Knórozov. Empezamos a trabajar sin dinero y pocos estudiantes. Las cosas comenzaron a cambiar con la llegada de Vladimir Putin, quien nos comenzó a apoyar. Vine a Guatemala con Putin en el 2007, cuando se eligió la sede de los Juegos de Invierno 2014 —en la que resultó electa la ciudad rusa de Sochi— y me dijo con orgullo: “Yo soy de San Petersburgo, ciudad donde fue descifrada la escritura maya”.
Con los estudiantes que vienen a hacer trabajo de campo nos ocupamos de hacer un atlas de epigrafía maya, del cual ya terminamos una parte; también investigaciones de la organización social de esta cultura y de inscripciones mayas tempranas. Sigo el sueño de Knórosov.
¿Es cierto que Knórozov murió en el olvido?
Él falleció de un derrame cerebral en 1999, en tiempos difíciles para Rusia. Su única hija, que era esquizofrénica, no lo quería llevar al hospital, pero al fin accedió. Cuando él murió, me llamaron a mí, porque ella tenía desconectado el teléfono, por no pagarlo. Viajé de Moscú a San Petersburgo e hice los preparativos del funeral. Al Gobierno no le importó este deceso, por la crisis que atravesaba el país. Ni siquiera el Instituto quiso hacerle una despedida.
El gran descifrador
El epigrafista y lingüista ruso Yuri Knórozov, que nació en 1922, descubrió que el Alfabeto de Landa era un silabario y que la escritura era un sistema logosilábico compuesto de sílabas y logogramas. Antes de este descubrimiento se creía que eran letras o sonidos sencillos.
Trayectoria
La académica Galina Ershova ha dedicado su vida a descifrar la escritura maya y a investigar esta cultura:
Nació el 17 de marzo de 1955, en Moscú.
Es doctora en Historia y experta en epigrafía maya y de otras civilizaciones precolombinas americanas.
Ha escrito unos 200 artículos y ocho monografías, entre las que destaca Sistema de parentesco de los mayas. Experiencia reconstructiva, así como novelas biográficas como Fray Diego de Landa.
También analiza el funcionamiento de conceptos y la conciencia religiosa en todas las culturas.
Trabaja para la Academia Rusa de Ciencias, en el Instituto de Arqueología de la Universidad Estatal para las Humanidades.
Es directora en esa universidad del Centro de Estudios Mesoamericanos Yuri Knórozov.
Ha fundado filiales de este centro en Guatemala, en octubre del 2012, y en Cancún, Quintana Roo, México.
Fuente:
Llega cada dos meses al país para continuar con su trabajo y proseguir el legado de quien fue la inspiración de su labor.
¿Cómo conoció a Knórozov?
Cuando estudiaba Filología en la universidad me llamó la atención que Yuri Knórozov, sin haber salido nunca de la Unión Soviética, diseñó un método de desciframiento de escritura antigua y la aplicó a la de los mayas. Me gradué de filóloga —en la década de 1970— y me dirigí al Instituto de Etnografía de la Academia de Ciencias, donde él trabajaba, en Leningrado —San Petersburgo—, y le dije que quería trabajar con él.
¿Cuál fue su primera tarea?
Me dio un texto en el que aparecían los Cantares de Dztibalché en maya, —que datan de principios del siglo XVI, escritos en Campeche, México—, y me preguntó si lo podía traducir. No le dije que no. Él tenía diccionarios. En una semana se la llevé y le pareció, aunque fue una tarea difícil. Luego empecé a trabajar en un catálogo de epigrafía maya. A él le interesaban mucho los jeroglíficos en la cerámica. En ese entonces, para una persona común y corriente y recién graduada era difícil trabajar en la Academia de Ciencias. Él quería comprender cómo se desarrollaron como civilización.
¿Cómo se concretó la llegada de Knórozov a Guatemala?
Raquel Blandón —quien era esposa del entonces presidente Vinicio Cerezo— hizo una visita a la Unión Soviética en 1989, lo invitó oficialmente a venir a Guatemala. Él no creía que por primera vez saldría al extranjero después de haber estudiado a los mayas durante 50 años.
¿Cuál fue la impresión cuando visitó Tikal?
Estaba encantadísimo. Y no se imaginaba que la gente lo quería conocer. Hablaba poco, tenía la espalda encorvada y fumaba muchísimo. Cuando llegó, en 1989, a Tikal —tenía 67 años—, se sentó, se puso a fumar y seguramente se imaginó cómo era la vida en ese lugar. Tenía una mente cinematográfica, una visión interna y una capacidad mental increíbles. Memorizaba libros enteros.
¿Conoció otros lugares?
Estaba obsesionado con conocer Takalik Abaj, pero en aquel entonces era un sitio desconocido. Yo, hasta este año lo visité para cumplir el sueño de Knórozov. Ya en ese tiempo él consideraba que ese era un lugar clave para la formación de la cultura mesoamericana, pero hubo un contratiempo. Aún había conflicto armado y recibimos llamadas en las que nos amenazaban con matarnos si no abandonábamos el país. Yo estaba asustada, pero Knórozov no. Una de esas noches salió de su cuarto de hotel y preguntó: “¿Ya vinieron a matarnos?” Salimos del país dos semanas después y nos fuimos a México.
¿Era alguien enojado?
No lo era; su mirada era seria. Tenía un sentido de humor increíble. Siempre encontraba lo paradójico en cualquier situación. Era romántico e histriónico. Le atraían mucho los animales y los niños. En el museo, los pequeños siempre se acercaban a él. Tenía mucha paciencia para explicarles.
¿Qué tan cierta es la historia de que los códices mayas llegaron a las manos de Knórozov mientras combatía en la Segunda Guerra Mundial, en Alemania?
Eso es mentira, inventada por un periodista en aquel tiempo, la cual se tomó como verdadera. Aunque él quiso enlistarse en el ejército antes de la guerra, no lo aceptaron, por problemas de salud.
Él nació en Járkov, Ucrania, donde en 1939 lo mandaron a hacer trincheras, nada más. Nunca estuvo en Berlín. En 1943 se fue a vivir con su familia a Moscú. Ese año continuó su educación en la Universidad Estatal y fue en la Biblioteca Nacional de Lenin donde se topó con la Relación de las cosas de Yucatán (1566-1568), de Diego de Landa, y los códices. Antes de terminar la universidad ya había traducido la obra de Landa. Eso le valió una magnífica recomendación para continuar el doctorado.
¿Cree que el descubrimiento de Knórozov fue justamente reconocido?
Ahora sí, pero no en el pasado. En la década de 1930 el arqueólogo estadounidense Eric Thomp-son, quien no tenía ninguna preparación pero sí amplia experiencia, decía que quería descifrar la escritura maya, pero no tenía conocimientos profundos para hacerlo. Tampoco dejaba que ningún colega trabajara en ese tema.
Luego de que en 1957 Knórozov presentara los resultados de sus investigaciones, Thompson le envío una carta a un colega en la cual manifestaba su enojo e incluso se refería a Knórozov como “maldito ruso”. Los arqueólogos estadounidenses no lo mencionaban y actuaban como si la escritura maya se hubiera descifrado por sí sola. Ellos se aprovecharon de que él no podía salir de la Unión Soviética y defenderse. Los mayores especialistas del mundo llegaron con él y les quedó claro que había descifrado la epigrafía maya.
¿Cuál ha sido la labor científica del centro que usted dirige?
En la década de 1990, en medio de la miseria que se vivía en la Unión Soviética, fundé el centro en la Universidad Estatal para las Humanidades y se abrió la especialización en culturas precolombinas, para conservar el legado científico de Knórozov. Empezamos a trabajar sin dinero y pocos estudiantes. Las cosas comenzaron a cambiar con la llegada de Vladimir Putin, quien nos comenzó a apoyar. Vine a Guatemala con Putin en el 2007, cuando se eligió la sede de los Juegos de Invierno 2014 —en la que resultó electa la ciudad rusa de Sochi— y me dijo con orgullo: “Yo soy de San Petersburgo, ciudad donde fue descifrada la escritura maya”.
Con los estudiantes que vienen a hacer trabajo de campo nos ocupamos de hacer un atlas de epigrafía maya, del cual ya terminamos una parte; también investigaciones de la organización social de esta cultura y de inscripciones mayas tempranas. Sigo el sueño de Knórosov.
¿Es cierto que Knórozov murió en el olvido?
Él falleció de un derrame cerebral en 1999, en tiempos difíciles para Rusia. Su única hija, que era esquizofrénica, no lo quería llevar al hospital, pero al fin accedió. Cuando él murió, me llamaron a mí, porque ella tenía desconectado el teléfono, por no pagarlo. Viajé de Moscú a San Petersburgo e hice los preparativos del funeral. Al Gobierno no le importó este deceso, por la crisis que atravesaba el país. Ni siquiera el Instituto quiso hacerle una despedida.
El gran descifrador
El epigrafista y lingüista ruso Yuri Knórozov, que nació en 1922, descubrió que el Alfabeto de Landa era un silabario y que la escritura era un sistema logosilábico compuesto de sílabas y logogramas. Antes de este descubrimiento se creía que eran letras o sonidos sencillos.
Trayectoria
La académica Galina Ershova ha dedicado su vida a descifrar la escritura maya y a investigar esta cultura:
Nació el 17 de marzo de 1955, en Moscú.
Es doctora en Historia y experta en epigrafía maya y de otras civilizaciones precolombinas americanas.
Ha escrito unos 200 artículos y ocho monografías, entre las que destaca Sistema de parentesco de los mayas. Experiencia reconstructiva, así como novelas biográficas como Fray Diego de Landa.
También analiza el funcionamiento de conceptos y la conciencia religiosa en todas las culturas.
Trabaja para la Academia Rusa de Ciencias, en el Instituto de Arqueología de la Universidad Estatal para las Humanidades.
Es directora en esa universidad del Centro de Estudios Mesoamericanos Yuri Knórozov.
Ha fundado filiales de este centro en Guatemala, en octubre del 2012, y en Cancún, Quintana Roo, México.
Fuente:
Deberían hacerle una estatua en el Petén o en Chichén itzá, gran hombre , un héroe mayista, su legado nunca será olvidado.
ResponderEliminarLamentablemente no es ni será así, pero recibió las mejores conmemoraciones en vida de países como Guatemala y México, su muerte fue en fosa séptica en su país, triste final, pero lo que nos debe incentivar es el luchar por seguir aprendiendo, aprender la lengua y epigrafía, eso es lo que hará permanente su esfuerzo y su legado, una estatua no sería suficiente, saludos.
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