Contenido
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Historia del Códice de Dresde •
El códice en el siglo XXI
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El códice durante el siglo XVIII •
Contenido del Códice de Dresde
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El códice en el siglo XIX •
Características de esta edición
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El códice en el siglo XX •
Códice de Dresde.
Parte 1. Edición facsimilar
Parte 1. Edición facsimilar
Historia del Códice de Dresde
El Códice de Dresde es uno de los tres manuscritos jeroglíficos mayas cuya autenticidad nadie ha puesto en duda –los otros dos son los códices de Madrid y de París–; se trata de un libro plegado de papel amate (Ficus cotinifolia), aunque cada hoja está cubierta con una capa delgada de cal o estuco que servía para darle tersura. En los textos jeroglíficos mayas el nombre de dicho tipo de papel, de los códices mismos y de la deidad que habitaba en el interior de tales objetos era hu’un.
El hu’un o códice que nos ocupa tiene 39 hojas, la mayoría de las cuales están escritas y pintadas por ambos lados. Cada hoja mide 20.4 cm de alto por 9 de ancho, lo que da un total de 3.50 m de largo cuando está extendido. Actualmente está resguardado en la Biblioteca del Estado de Sajonia, en la ciudad de Dresde, Alemania.
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El códice durante el siglo XVIII
En 1963 Michael D. Coe publicó un hallazgo que mostraba que el códice fue utilizado en 1796 por el barón Von Rocknitz, quien en una obra sobre decoración de interiores empleó sus diseños para adornar una habitación en el estilo “mexicano”.
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El códice en el siglo XIX
En 1826 el italiano Agustino Aglio visitó Dresde por orden de Kingsborough para realizar un facsímil del códice por medio de calcas. Aglio no encontró un códice unido, sino dos pedazos, uno de 24 y el otro de 15 hojas. No se sabe si el códice que adquirió Götze ya estaba así dividido o si se trata de una separación hecha después de su ingreso a la biblioteca, pero esta forma en que el códice fue encontrado por Aglio ha determinado la paginación confusa que tiene el manuscrito hasta el día de hoy. Grosso modo puede decirse que la sección más larga corresponde a las páginas 1 a la 24 (anverso) o 25 a la 45 (reverso), mientras que el fragmento más corto va de la página 46 a la 60 (anverso) o 61 a la 74 (reverso). El códice fue publicado por primera vez de forma completa en el volumen 3 de la obra Antiquities of Mexico (1831-1848) de Kingsborough.
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El códice en el siglo XX
La cuarta edición completa del Códice de Dresde vio la luz en Guatemala en 1930 y es obra de J. Antonio Villacorta y Carlos A. Villacorta. Es una versión completamente dibujada a línea que, a pesar de tener algunas inexactitudes, sigue siendo de gran valor didáctico. Por ello fue reimpresa en 1976.
La quinta edición completa, de 1932, fue obra del antropólogo William Gates. Se trata de la primera edición en formato de biombo y de la única edición tipográfica, pues Gates mandó a fundir tipos especiales de imprenta para cada jeroglífico y, según parece, les colocó el color a mano.
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El códice en el siglo XXI
Otra vía de investigación sobre los jeroglíficos mayas, que incluye también a los códices, es la de los tropos o figuras retóricas, que permiten analizar ese tipo de testimonios como ejemplos de la literatura maya: metáforas, paralelismos, sinonimias, etc., algunos de los cuales aparecerán en este comentario. Sobre este tema destacan las aportaciones de Lacadena (2007; 2009; 2010).
Un catálogo de jeroglíficos de los códices mayas fue publicado en 2009 por Martha J. Macri y Gabrielle Vail, una valiosa herramienta de trabajo.
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Contenido del Códice de Dresde
Es una compilación de complejos almanaques adivinatorios, tablas astronómicas, calendáricas y numéricas, cuyo fin último es la pronosticación del futuro en el marco de un orden sagrado, instituido desde los tiempos míticos arcanos, sin dejar de lado importante información ritual. El fundamento tanto de los augurios como de las ceremonias religiosas son los mitos cosmogónicos. Sus contenidos son variados, pues incluye vaticinios para diversos aspectos de la vida cotidiana de los campesinos, para los ciclos de Venus, de la Luna y de los eclipses, para los k’atuunes o periodos de 20 años de 360 días cada uno, para la lluvia, la sequía, los ritos de año nuevo, las ceremonias agrícolas de los “quemadores” y posiblemente para los movimientos del planeta Marte; además proporciona información valiosa sobre los mitos y los atributos de los dioses, mucha de la cual no se encuentra en otros documentos mayas.
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Características de esta edición
Las fotografías de esta edición están tomadas de la de Förstemann (1892). El ejemplar que consultamos pertenece a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia del inah. Deseamos agradecer al Dr. Baltazar Brito Guadarrama, director de esa biblioteca, las facilidades que nos dio para reproducir el códice.
La brevedad del espacio exige sacrificar algunos aspectos del códice a lo largo del comentario. Por ejemplo, a cada uno de los textos augurales de los almanaques le corresponden cuatro o cinco fechas posibles, pero en esta edición preferimos darle importancia a la lectura fonética del texto jeroglífico, tomando en cuenta los avances de la epigrafía, en lugar de detallar los elementos calendáricos, que el lector podrá consultar, por ejemplo, en el comentario de Thompson (1972; 1988). Lo anterior obedece a que la interpretación de los ingredientes cronológicos no ha cambiado radicalmente desde hace décadas; no así las lecturas fonéticas de los jeroglíficos, que siempre es necesario actualizar.
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Códice de Dresde.
Parte 1. Edición facsimilar
Parte 1. Edición facsimilar
Almanaques misceláneos, serie I
Esta primera página es la más dañada del códice, en virtud de que comenzó a desgastarse desde que desaparecieron las posibles tapas que protegían el documento. A pesar de su elevado deterioro, puede afirmarse que contenía el mismo margen de líneas rojas o escarlatas que existe en el resto de las páginas. Del mismo modo, cada una de las secciones en las que están divididos verticalmente los folios se encuentra separada de las otras por líneas rojas. Esta característica ya se nota desde la página 1 del manuscrito de Dresde, como también el hecho de que a lo largo de todo el códice los números rojos aluden a fechas, mientras que los negros son números de distancia, es decir, intervalos entre las fechas, convención que fue descubierta por Förstemann (1892) y que comienza desde la misma página 1. Existe un relativo consenso en el sentido de que estaba dividida en tres secciones que, descritas de arriba a abajo, consisten en lo siguiente.
PÁGINA 3 (Escriba 2)
Almanaques misceláneos, serie II
Ésta es la primera página atribuida al escriba 2. Se encuentra dividida en tres secciones. La única que contiene escenas y textos es la superior (sección a). En cuanto a las secciones b y c, sólo se esbozaron los contornos de los signos de los días colocados en columnas a la izquierda del espacio compositivo, pero al parecer nunca se escribieron. Éste es el punto de vista que favoreció Thompson (1972), pero Grube (2012) cree que al parecer toda la página fue borrada y luego sólo se reutilizó la mitad superior. Parece que en las dos secciones inferiores el escriba intentó organizar el campo espacio-temporal en cinco segmentos con 52 días de separación, lo que obviamente hubiera dado lugar a dos almanaques de 260 días cada uno.
PÁGINA 24 (Escriba 3)
Tabla del planeta Venus
Esta página constituye la introducción a la tabla de Venus, que se extiende de la página 46 a la 50.
Venus es el tercer cuerpo más brillante del firmamento, después del Sol y la Luna. Los mayas le otorgaron una gran importancia y en este códice se le denomina Chak Ek’, ‘Gran Estrella’. Su ciclo aparente desde la Tierra o ciclo sinódico es irregular, aunque tiene un promedio de 583.92 días, pero los pueblos mesoamericanos lo calcularon en 584 días enteros, periodo idealizado y conocido como ciclo o rueda de Venus. Para un observador terrestre este periodo consta de cuatro fases de duración variable, que en el Códice de Dresde fueron estimadas en 236 días (estrella matutina por el oriente), 90 días (fase de desaparición más larga o conjunción superior), 250 días (estrella vespertina por el poniente) y 8 días (fase de desaparición menor o conjunción inferior). Del mismo modo, los mesoamericanos le otorgaron una gran importancia a la coincidencia de que cinco ruedas de Venus (584 x 5) tienen la misma duración que ocho años vagos (365 x 8), periodo que consta de 2 920 días y principio básico que estructura esta tabla. De este modo, cada una de las cinco páginas que van de la 46 a la 50 alude a una rueda de Venus (584 días), al tiempo que las cuatro fases de 236, 90, 250 y 8 días están presentes en cada una de esas mismas cinco páginas, lo que da lugar a 20 estaciones (5 x 4), cada una de las cuales estaba regida por un dios distinto.
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