viernes, 1 de julio de 2011

Los gobernantes mayas - Arqueología Mexicana


Como siempre se recomienda esta revista que en este ejemplar dedica su temática a la cultura Maya.

Saludos.
El Mayista

 Los temas son
                                          
                                                          • Los gobernantes mayas
                                                          • El papel del ajaw
                                                          • La vida en la corte
                                                          • Vida y hechos de los gobernantes
                                                          • Los caciques mayas


Además
• La epidemis de viruela de 1797
        • Los cofres para propiciar la lluvia
                                               • Un cofre mexica en Berlín



Los gobernantes mayas 

Escena de sacrificio. Vaso cilíndrico 
Palacio con doble trono y escena de sacrificio. Vaso cilíndrico.
Museum of Fine Arts Boston, Massachusetts. Foto: © Justin Kerr, K1377 
 
La organización política centrada en la figura de un gobernante es uno de los rasgos distintivos de la sociedad maya. Los grandes señores del Clásico compartían una serie de características como: la pertenencia a un linaje, lo que justificaba la transmisión del poder entre parientes cercanos; la legitimidad basada en su papel como intermediarios privilegiados con las divinidades, y su responsabilidad como administrador de la economía y la política tanto en el ámbito interno como con otras entidades. El prestigio jugaba un papel principal en esta concentración del poder y para ello los gobernantes no sólo realizaban con regularidad actos públicos de diversa índole, sino que llevaban con toda pompa y circunstancia una vida acorde a su estatus, en la que la acumulación y la ostentación de riquezas jugaban un papel fundamental. Una parte importante de los vestigios arqueológicos que han dado fama a los mayas del Clásico está asociada a esos gobernantes y a su necesidad de proclamar su grandeza: los restos de ciudades, las monumentales estructuras, los textos jeroglíficos y un sinfín de objetos relacionados con la vida diaria y el ritual dan cuenta de ese esplendor. A lo largo de casi un milenio, gran cantidad de señores rigieron sobre un amplio conjunto de entidades políticas inmersas en una intricada red de relaciones, que iban de la alianza a los enfrentamientos continuos. Algunos de ellos destacaron entre sus pares por diversas razones: por haber fundado dinastías longevas y prestigiosas, por significarse como guerreros exitosos, por haber propiciado el crecimiento de sus ciudades sede o por haberse involucrado en ambiciosos programas constructivos. 

Existen dos momentos en la larga historia mesoamericana para los cuales es posible tener detalles sobre la institución del gobernante supremo: el de la época previa a la conquista española, merced a las numerosas crónicas legadas por los recién llegados y sus informantes indígenas, y el Clásico maya, un tiempo para el que el registro en piedra y cerámica de extensos textos glíficos nos permite ahora conocer a detalle fechas de nacimiento, muerte y entronización, relaciones de parentesco, etc., que de otro modo no conoceríamos. De un puñado de esos ajaw da cuenta esta entrega de Arqueología Mexicana. Los trabajos arqueológicos de las últimas décadas han sacado a la luz un cúmulo de información, que nos permite un acercamiento antes insospechado a la estructura política de las ciudades del Clásico maya y a los avatares de sus gobernantes.


La figura del gobernante entre los mayas
Nikolai Grube


Escena dentro de un palacio real en un vaso cilíndrico

 Foto: © Justin Kerr, k1728

Una de las vías para exaltar la figura del gobernante era que éste llevara un estilo cortesano de vida, caracterizado por un lujo que contrastaba notablemente con las condiciones de la gente común. Escena dentro de un palacio real en un vaso cilíndrico.


Entre los mayas, el centro de poder de cada Estado lo conformaba un rey, que portaba el título de k’uhul ajaw, “rey divino”. Los ajawo’ob, “reyes”, fundamentaron su autoridad política superior a través de un estatus que les aseguraba una cercanía especial con los dioses. Los reyes se tornaban así en mediadores indispensables.



Durantela época prehispánica, las Tierras Bajas mayas conformaron un paisaje político fragmentado en numerosos señoríos. Aunque la cantidad exacta de estos reinos se desconoce, los datos muestran que tales entidades tuvieron una extensión muy limitada y generalmente estaban integrados únicamente por un centro urbano, que era el sede del poder y la región circundante. El centro de poder de cada Estado lo conformaba un rey, que portaba el título de k’uhul ajaw, “rey divino”. La palabra ajaw significa literalmente “el de la voz potente” (o “voz de mando”). Estos “reyes divinos” residían en centros urbanos, construidos alrededor de los complejos de templos y palacios en los cuales vivían y gobernaban.

Los enormes conjuntos arquitectónicos de las grandes ciudades mayas como Tikal, Calakmul, Palenque, Yaxchilán y Copán reflejan el poder que poseían tales ajawo’ob y sus cortes reales. Obviamente, su autoridad les permitía recaudar la fuerza de trabajo y recursos humanos necesarios para librar guerras, cobrar tributos y controlar el intercambio de bienes y mercancías. Los reyes mayas disponían sin duda de una gran plenitud de poder. Los ajawo’ob lograban legitimar tal poder ante la población que vivía en los estados, a la cual podían integrar bajo su autoridad. Los reyes mayas disponían de este poder a pesar de la ausencia de un aparato de Estado propiamente dicho, con sus instalaciones burocrático-administrativas. Hasta donde conocemos, no había ni un ejército profesional ni un aparato administrativo, ni tampoco instituciones estatales. Sin embargo, los pequeños estados mayas fueron sorprendentemente estables durante el periodo Clásico y durante mucho tiempo sus carismáticos soberanos definieron el núcleo duro de la organización política maya. La paradójica situación de reyes fuertes que ejercían gran poder dentro de estados poco formalizados se puede explicar mediante las propias características de la institución del reinado divino.

Los ajawo’ob fundamentaron su autoridad política superior a través de un estatus que les aseguraba una cercanía especial con los dioses. Los reyes se tornaban así en mediadores indispensables entre el mundo humano y el divino. Ya desde su origen, los reyes reclamaban un estatus especial dentro de la sociedad. El cargo de ajaw era transmitido normalmente por descendencia patrilinear. Los reyes divinos fueron propensos a enfatizar, o en ocasiones a imponer abiertamente, sus propias versiones sobre el origen de su linaje, sustentando las bases de su poder en narrativas mitológicas que ubicaban a los fundadores de sus dinastías entre los propios dioses. Así, los reyes de Tikal se refieren a un antepasado divino que debió haber vivido más de 5 000 años antes del origen de su dinastía, mientras que el linaje real de Naranjo evoca a un fundador divino que habría subido al trono, según ciertas fuentes, hace 22 000 años, y según otras, incluso hace 896 000 años . Otras dinastías reales proclamaron tener orígenes en lugares exóticos y distantes, desde los cuales sus antepasados habrían llegado a través de migraciones.

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La vida en la corte maya
Takeshi Inomata




Figura del dios Bufón. Casa del Nicho. Aguateca, Guatemala
  Casa del Nicho. Aguateca, Guatemala.
Foto: Archivo de Takeshi Inomata.

En las casas de los cortesanos de alto rango de Aguateca se produjeron objetos valiosos. Al parecer el cortesano que vivió en la Casa de los Espejos se dedicó a la elaboración y reparación de tocados y otros ornamentos para el rey. Figura del dios Bufón, adorno que formaba parte de la diadema de los gobernantes mayas.


Los cortesanos en la sociedad maya del Clásico fueron a la vez los miembros del hogar extendido del gobernante, administradores de la entidad política, productores de objetos valiosos y actores en ceremonias. Las residencias de la familia real y los cortesanos fueron protagonistas importantes de esas actividades.
 
La corte real en la sociedad maya del Clásico comprende al grupo de diversas personas que rodean el gobernante, e incluía tanto a la familia real y los nobles como a enanos y payasos. Estos individuos se encargaron de la administración de la entidad política, pero la clave para entender la corte maya reside en cómo esta función administrativa se fundió con la vida doméstica de la familia real y otros cortesanos, la diplomacia con otras cortes, las ceremonias y la producción de objetos valiosos. En la sociedad moderna estas categorías generalmente están separadas claramente en nuestras concepciones y actividades. Consideramos que los trabajos que desempeñamos en las oficinas son distintos de la vida doméstica, vinculada con los hogares, y de las actividades rituales, que realizamos en los templos. En la corte maya tal separación fue más vaga. En la sociedad maya del Clásico, las casas de los cortesanos fueron tanto los lugares de la vida doméstica como el escenario de actos políticos y rituales.

La corte maya fue en un sentido el hogar extendido del gobernante, quien actuó a la vez como la cabeza de familia, el líder político y el sacerdote principal. Los otros miembros de la corte asistían al gobernante en esas diversas funciones. Sin embargo, no debemos pensar que el rey tenía el poder absoluto. Su posición y estatus fueron principalmente simbólicos. Los planes y decisiones en muchas ocasiones pueden haberse debido a sus asesores. Las funciones de la corte fueron organizadas según diferentes posiciones y títulos oficiales, pero las interacciones entre diversos individuos caracterizaron a la corte como una entidad fluida, probablemente influida por diferentes ideas y emociones personales. Hubo numerosas cortes reales en la sociedad maya del Clásico, las cuales interactuaron constantemente por medio de la diplomacia, intercambios económicos, matrimonios y guerras.

Aguateca era un centro de tamaño mediano que se encontraba en el bosque tropical de Guatemala y tenía relaciones complejas con la dinastía de Tikal. Aguateca fue atacado por sus enemigos al final del Clásico Tardío, alrededor de 810 d.C. La parte central de Aguateca fue quemada y numerosos objetos quedaron sepultados en las casas colapsadas de los cortesanos. El palacio real parece haber sido vaciado antes del ataque final, pero la familia real guardó parte de sus pertenencias en un cuarto sellado antes de huir. Las excavaciones de estos edificios han proveído de información importante sobre la vida en la corte real.

Las residencias de la familia real y los cortesanos
 
Una parte significativa de las diversas actividades de la corte maya ocurrieron en las casas de sus miembros. Muchos de esos edificios tenían características similares: un cuarto central, que daba a un patio, y habitaciones laterales generalmente divididas por paredes.

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K’inich Yax K’uk’ Mo’
(Resplandeciente Quetzal Guacamaya)
(?-ca. 437 d.C.)

Copán, Honduras
William L. Fash



Fachada de la Estructura Margarita. Copán, Honduras
  Foto: Kenneth Garrett

 

El nombre del fundador de la dinastía de Copán está representado mediante una cara solar (k’inich), que está en el pico de ambas aves; el glifo de color verde resplandeciente (yax), encima de los cuellos de cada ave; el pico, los ojos y la cresta del ave de la izquierda indican que se trata de un quetzal (k’uk’); y el pico y las plumas de colores rojo, amarillo y azul indican que el ave de la derecha es una guacamaya (mo’). Fachada de la Estructura Margarita. Copán, Honduras.

En la historia y el arte de Copán hay un personaje que sobresale por encima de todos los demás. Se trata de K’inich Yax K’uk’ Mo’, quien no sólo fue el fundador de la dinastía de ese gran centro urbano, sino que tuvo un lugar central en la imaginería de la casa real y por ello en la legitimización de todos y cada uno de sus sucesores en el trono.


En repetidas ocasiones, cada gobernante hizo hincapié en su posición en la secuencia de reyes que empezó con el legendario K’inich Yax K’uk’ Mo’. Por ejemplo: “cuarto gobernante en la línea de K’inich Yax K’uk’ Mo’”, “décimo gobernante en la línea de K’inich Yax K’uk’ Mo’”, hasta el decimosexto –y último– gobernante. Esta práctica se observa en los monumentos más imponentes de los últimos cinco soberanos, quienes reinaron entre 628-820 d.C., y en muchísimas obras que quedaron enterradas en los niveles más bajos de la Acrópolis (con fechas de entre 426 y 628 d.C.).
En las exploraciones arqueológicas, realizadas por el autor, de la larga secuencia arquitectónica debajo de la Escalinata de los Jeroglíficos, se encontró el primer monumento glífico de Copán, considerado la “piedra angular” de la ciudad. En la superficie de este “disco marcador”, conocido como Marcador Motmot, empotrado en un piso estucado de principios del siglo v de nuestra era, vemos el momento en que K’inich Yax K’uk’ Mo’ participa en la celebración del fin del b’aktun de 9.0.0.0.0 (435 d.C.) con su hijo y sucesor. El fundador está a mano izquierda, luciendo un tocado con el pájaro mitológico, el cual combina la cresta emplumada del quetzal con el pico alargado de la guacamaya. Su nombre se encuentra directamente enfrente de su cara, en la columna izquierda del texto glífico que forma el eje central de la composición. A la derecha vemos al sucesor, cuyo nombre no se ha descifrado aún de manera definitiva, pero que al igual que el fundador lleva un tocado cuyo elemento central es su glifo nominal, que también aparece en el texto (columna derecha) enfrente de su cara. 

Construcciones relacionadas con el fundador de la dinastía de Copán

El texto menciona una serie de ritos que tuvieron lugar en Copán para celebrar el fin de periodo, incluyendo la dedicación de las estructuras vecinas: la primera versión del gran Templo 11; el primer Juego de Pelota; y la segunda versión del Templo 26, que tres siglos después ostentaría la famosa Escalinata de los Jeroglíficos. El sucesor es reconocido como el hijo del fundador en la inscripción de la primera estela de Copán (Estela 63), que también menciona la fecha 9.0.0.0.0, e incluye un título para el fundador que lo relaciona con un lugar llamado “Tres Cerros”. David Stuart ha identificado este título como una referencia al sitio de Caracol, Belice.

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K’inich Janahb’ Pakal II (Resplandeciente
escudo Ave-Janahb’) (603-683 d.C.)

Palenque, Chiapas
Guillermo Bernal Romero





Entronización de Pakal II. Lápida Oval. Palenque, Chiapas 
Foto: Jorge Pérez de Lara / Raíces


La señora Sak K’uk’, madre de Pakal II, entrega a éste la
diadema señorial que lo caracteriza como nuevo gobernante.
No fue representado el padre de Pakal, el señor K’an Mo’ Hix,
quizá porque no pertenecía a la familia gobernante de Palenque. Entronización de Pakal II. Lápida Oval, Casa E, el Palacio.
Palenque, Chiapas. 



 Forjador del esplendor del señorío de Palenque, Chiapas, K’inich Janahb’ Pakal II es un personaje emblemático del periodo Clásico maya. Nacido en medio de una profunda crisis de su dinastía, su longeva vida (603-683 d.C.) refleja las vicisitudes y logros de un señorío que, bajo su liderazgo, se convirtió en la entidad política y militar más poderosa y opulenta del occidente maya.


Una infancia turbulenta

Pakal II nació el 23 de marzo de 603 d.C. Fue hijo del señor K’an Mo’ Hix, un noble de jerarquía inferior, y de la señora Sak K’uk’, quien sí pertenecía al núcleo dinástico.

Regía en ese entonces la señora Yohl Ik’nal, cuyo reinado (583-604 d.C.) fue muy conflictivo, ya que en 599 d.C., Lakam-ha’, “Grandes Aguas” (nombre original de Palenque), fue atacado por órdenes de la beligerante dinastía de Kan. La incursión aparentemente partió del señorío de Santa Elena, Tabasco, situado al este de Palenque, en las inmediaciones del río San Pedro Mártir. La dinastía palencana sufrió persecuciones y se vio obligada a abandonar la ciudad. Pakal II posiblemente nació en el exilio y todo parece indicar que su infancia no transcurrió en plácidos ámbitos palaciegos. Yohl Ik’nal murió en 604 d.C. y heredó el trono su hijo, el señor Ajen Yohl Mat (605 d.C.), quien gobernó junto con su hermano, Janahb’ Pakal I. Este último fue el padre de la señora Sak K’uk’, es decir, el abuelo materno de K’inich Janahb’ Pakal II. El gobierno dual o conjunto de Ajen Yohl y Pakal I quizá fue una estrategia de la dinastía para garantizar la existencia de un líder durante esa época turbulenta. Resultó inútil, ya que, bajo circunstancias oscuras, ambos fallecieron en 612 d.C., quizá asesinados, poco después de otro ataque que la dinastía Kan ordenó contra Palenque (611 d.C.). Cuando murió su abuelo, K’inich Janahb’ Pakal II rondaba los nueve años de edad.

En octubre de 612 d.C. accedió al mando un nuevo gobernante palencano, el señor Muwaan Mat, acontecimiento que acaso marcó el regreso de la dinastía a la capital. Sin embargo, los ataques volvieron a agudizarse, la dinastía huyó nuevamente y la ciudad fue incendiada. En el exilio, la dinastía se escindió en dos facciones. Una de ellas, encabezada por un dignatario llamado Ik’ Muuy Muwaan I, estableció una nueva capital en Tortuguero, Tabasco. La otra, liderada por los padres de Pakal, regresó a Lakamha’ y restableció el poder dinástico en la vapuleada capital del señorío. En lo sucesivo, los dirigentes de ambos sitios asumieron el título tradicional “sagrado gobernante de B’aakal”, proclamándose así legítimos descendientes del linaje. Con el tiempo, ello provocó que Tortuguero y Palenque-Lakamha’ entablaran una ríspida rivalidad y prolongados conflictos bélicos.



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Yuknoom Yich’aak K’ahk’
(Garra de Jaguar) (649-¿695? d.C.)

Calakmul, Campeche
Ramón Carrasco


Códice Fejérváry-Mayer
Foto: m.A.P. / Raíces

La identificación como k’uhul kaan ajaw, señor del reino de Kaan (Calakmul), de Yuknoom Yich’aak K’ahk’ o Zarpazo de Fuego, también conocido como Garra de Jaguar, se ve en el texto glífico de este platón, colocado como ofrenda en la tumba de la Subestructura II-B, Estructura II de Calakmul, Campeche.


Entre el k’atun 10 y el k’atun 13 (es decir entre 633 y 692 d.C.) se produjeron una serie de acontecimientos que afectarían la organización política y territorial del Petén central. Uno de los protagonistas de estos eventos fue el k’uhul kaan ajaw Yuknoom Yich’aak K’ahk’ o Zarpazo de Fuego, conocido en la literatura arqueológica como Garra de Jaguar.
Yuknoom Yich’aak K’ahk’ fue sucesor de Yuknoom Ch’een (Yuknoom el Grande), que fue uno de los gobernantes que consolidó la hegemonía del reino de Kaan con las alianzas que estableció con el Petén central, en especial con el reino de Dos Pilas, con el que mantuvo una estrecha relación.
No conocemos los detalles que llevaron a Yuknoom Ch’een a apadrinar a Yuknoom Yich’aak K’ahk’ para que fuera su sucesor, pero es claro que la familia de éste debió tener mucha influencia dentro del linaje de los Yuknoom. Su fecha de nacimiento, 9 de octubre de 649 d.C., se registra en la Estela 9 de Calakmul, que se mandó erigir el 21 de noviembre de 662 d.C., cuando él tenía 13 años, un monumento esculpido sobre una placa de piedra pizarra que debió ser traída y transportada de una región de las tierras altas situada a no menos de 400 km de Calakmul, Campeche.
El reconocimiento de Yich’aak K’ahk’ como el futuro ajaw del reino de Kaan se extendió más allá de su ciudad, pues su nacimiento se registra en el Panel 6 de La Corona, un sitio con el que Calakmul mantuvo fuertes lazos políticos y familiares. Como emisario de Yuknoom Ch’een, a la edad de 13 años, el 13 de julio de 662 d.C., visita a B’alaj Chan K’awiil, de Dos Pilas, quien era un ajaw subordinado de Kaan. El 25 de febrero de 683 d.C., tres años antes de su entronización, visita La Corona, cuando contaba entonces con 34 años de edad.
Se ha propuesto que Yich’aak K’ahk’ compartió el poder con su mecenas, Yuknoom Ch’een, pero también existe la posibilidad de que fuera su principal representante en los asuntos y la política exterior del reino.
Entronización de Yich’aak K’ahk’

La fecha en que Yich’aak K’ahk’ es declarado formalmente k’uhul kaan ajaw del reino de Kaan, el 6 de abril de 686 d.C., fue conmemorada en Dos Pilas por B’alaj Chan K’awiil, con lo cual éste le demostraba que mantenía la subordinación que estableciera con su predecesor, Yuknoom el Grande. K’inich B’alam Ajaw, del Perú, otro más de los subordinados de Yich’aak K’ahk’, también registró su fecha de ascenso en la Estela 3 de ese sitio. Estas conmemoraciones muestran el amplio reconocimiento y la influencia que tuvo Yich’aak K’ahk’ en la región, hasta su muerte acaecida hacia finales del k’atun 13, alrededor de 700 d.C.

Dos años después de su ascenso, el 6 de enero de 688 d.C., apadrina a K’ak’ Tiliw Chan Chaak, de Naranjo. Durante su gobierno realizó diversas ceremonias y reuniones con sus aliados, como la que se llevó acabo el 14 de abril de 687 d.C., que se inscribió en el Panel 1 de La Corona, mandado a esculpir por Gran Guajolote y en el que se declara que la reunión se realizó en Oxte’ tuun Chik Naab.
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K’inich Baak Nal Chaak 
(Resplandeciente Señor de la Lluvia y el Inframundo) (652 -707 d.C.)
Toniná (Popo), Chiapas
Juan Yadeun Angulo


K’inich Baak Nal Chaak, señor del reino de Popo, ascendió al poder en medio de las guerras contra los señores de las grandes aguas, y en una campaña de 20 años consiguió la captura de una cantidad notable de altos mandos militares de reinos aliados a Palenque.


Monumento 172. Toniná, Chiapas 
Foto: Jorge Pérez de Lara / Raíces

 K’inich Baak Nal Chaak es el jugador de pelota que está a la izquierda. Está representado en el año 727 d.C., 20 años después de su muerte; juega por el lado del inframundo, cuando era ya un ancestro divino, y su opositor es el gobernante Ich’Aak Chapat, quien aparece con el tocado de uno de los gemelos divinos, aquel que venció a los dioses descarnados de los sacrificios. Monumento 172. Toniná, Chiapas. MNA


En 687 d.C. se inicia una revolución en el antiguo reino maya de Popo, el antiguo nombre de Toniná. Este cambio en la estructura de poder recorría todo el México antiguo en medio de sangre y fuego provocados por las guerras entre organizaciones dinásticas y las corporativas. El poder se fragmenta y se expande y el viejo mundo del Clásico se perderá para siempre.

Los trajes divinos


Los divinos señores solares de los antiguos reinos mayas eran los dueños de las tormentas y de los relámpagos, el resplandor mismo creador de los fuegos y las aguas que prenden y renuevan el cielo y la tierra.
Los trajes de estos señores representaban su concepción del orden universal, eran la representación misma del discurso de conocimiento del poder; el poder, ese espejo humeante que refleja el orden del universo en torno a su dueño.

Siguiendo con la metáfora de los trajes del poder, éstos no son los mismos todo el tiempo; por el contrario, se transforman constantemente ya que el principio fundamental del poder es que se mueve, camina, se transforma sin pausa, adquiriendo los disfraces más dramáticos en cada ocasión para presidir el espectáculo de la sangre.


La dualidad del poder

Este movimiento de apariencia infinito tiene también límites que empiezan por su carácter binario, pues de entrada el poder es una estructura entrelazada de contradicciones entre sus partes, que se expresan en juegos estratégicos entre los eternos contendientes: dominantes y dominados, mayorías y minorías, que en ocasiones se invierten o se enfrentan.

La expansión y la contracción del poder son sus latidos existenciales, están siempre presentes; este fenómeno se produce una y otra vez en su interior, en su exterior y en todas las dimensiones del espacio y el tiempo.
En las ruinas de Toniná, en las montañas del actual estado de Chiapas, se encuentran los restos arqueológicos del antiguo reino maya de Popo, que es un ejemplo maravilloso de esos caminos del ejercicio del poder y sus efectos extremos: crear tesoros monumentales y destruirlos.

Esta pulsión en el tiempo se observa en el libro arqueológico que es Popo. Primero existe una clara tendencia hacia la contracción cerrada del poder (500-687 d.C.), y después una expansión que duplica y abre el esquema del poder (688-840 d.C.).



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Y’ikin Chan K’awil (K’awil que
Oscurece el Cielo) (?-766 d.C.)

Tikal, Guatemala
Juan Antonio Valdés



Vaso de mosaico de jade. Tikal, Guatemala
 Dibujo: Magda Juárez / Raíces


 En el entierro 196 del Templo 73 de Tikal, Guatemala, se localizó
este vaso de mosaico de jade. En la tapa tiene un elemento que quizá sea el retrato de Y’ikin Chan K’awil vestido como dios del maíz.


Tikal fue una ciudad de gran tradición ante los ojos de propios y extraños, que gozaba de elevado prestigio por la alcurnia de sus antiguos linajes, lo que provocó la envidia de otros reinos vecinos, aunque pocas veces fue vencida en batalla. Bajo la conducción de los soberanos Hasaw Chan K’awil y su hijo Y’ikin Chan K’awil vivió siglos de esplendor durante el Clásico Tardío.




Nocabe duda que durante el Clásico Tardío Tikal se convirtió en una metrópoli, incrementó desmesuradamente su población hasta 120 000 habitantes, alcanzó su mayor poderío político, tuvo grandes victorias guerreras y logró un elevado desarrollo en las artes y la arquitectura. 

Esto se manifestó en la ampliación de la ciudad, la construcción de nuevos conjuntos residenciales conectados por hermosas calzadas, depósitos de agua, elaborados palacios de dos y tres pisos, y lo más característico, los masivos templos cuyas elevadas cresterías estaban profusamente decoradas con imágenes esculpidas de gobernantes.

Un tipo especial de conjunto arquitectónico fue instituido durante este periodo, aparentemente relacionado con la conmemoración de fines de k’atun (ciclos de 20 años). Se trata de los llamados complejos de pirámides gemelas, marcadamente característicos de Tikal y construidos entre 633 y 790 d.C.
Aunque la edificación de templos monumentales había comenzado desde el Clásico Temprano en la Acrópolis del Norte, no fue sino hasta la llegada al trono de Nuun Ujol Chaac, abuelo de Yik’in, cuando se formalizó esta costumbre, pues él ordenó construir el Templo V. 

Tras la ascensión de su padre, Hasaw Chan K’awil, la plaza principal fue modificada y, al erigirse los templos I y II como marcadores monumentales, se asoció al poder político. Con la llegada al poder del mismo Yik’in Chan K’awil, se construyeron los templo IV y VI; el primero es el mayor de todos los edificios de su clase, tenía 65 m de alto y estaba decorado con bellos dinteles esculpidos en madera en su interior, en los que se hace referencia a pasajes de la vida del gobernante en turno. Después de su muerte, sus herederos levantaron el Templo III.

Linaje y parentesco de Yik’in Chan K’awil

Este monarca se preocupó por que quedara claro en el registro escrito de la ciudad que era heredero por linaje sanguíneo y que se trataba del vigesimoséptimo gobernante en la secuencia dinástica de los reyes de Tikal. Fue hijo del famoso estadista Hasaw Chan K’awil I, rey de Tikal, y de la señora Lachan Une’ Mo’, princesa de Topoxté. Aunque
no se ha identificado su fecha de nacimiento, se sabe que ascendió al trono al fallecer su padre, ostentando el título de chacté de Tikal, hecho sucedido el 8 de diciembre de 734 d.C. Su ascensión fue registrada en dos lugares: la Estela 21 y la Estela 5.




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 Pájaro Jaguar IV,
el Grande (709-768 d.C.)

 Yaxchilán, Chiapas
Roberto García Moll


La explicación del papel que Pájaro Jaguar IV, sus antecesores y sucesores tuvieron como gobernantes deberá estar unida a la arqueología, pues sólo así se obtendrá una visión real de las diferentes entidades políticas y sus interrelaciones con Yaxchilán, una compleja ciudad y una entidad política, económica y social que dominaba un vasto territorio y mantenía relaciones con otras unidades igualmente complejas.

Fragmento, La Estela 11 de Yaxchilán, Chiapas 
 Foto: Tomada de Maler, 1903


La Estela 11 de Yaxchilán está grabada en ambas caras (fragmento). izquierda) En el anverso se ve a Pájaro Jaguar IV, quien lleva máscara del dios solar y está de pie frente a varios prisioneros. derecha) En el reverso se ve a Pájaro Jaguar IV, quien recibe el poder de Escudo Jaguar I. 


En Yaxchilán, antiguo asentamiento maya del periodo Clásico (250-900 d.C.) en el actual estado de Chiapas, confluyen dos discursos: el arqueológico y el epigráfico, es decir, el basado en las inscripciones labradas en estelas, dinteles, escaleras y altares. Por su naturaleza ambos debieran ser complementarios, pero en ocasiones se ha privilegiado a uno sobre el otro sin observar que tienen esencias y alcances distintos.

La arqueología se sustenta en evidencias recuperadas a partir de un proceso de exploración, documentación y análisis de los materiales cerámicos, líticos y arquitectónicos, principalmente, de los restos óseos que estudia el antropólogo físico y de la interrelación de todos ellos. Es un proceso que requiere el concurso de un número importante de otros especialistas, que el arqueólogo hace confluir para obtener una mejor y más amplia interpretación final de la información.

Por su parte, la epigrafía intenta, hasta el día de hoy, dar una versión de los textos que figuran en algunos de los objetos recuperados durante el proceso arqueológico y principalmente en los monumentos. En el caso de la cultura maya, también intenta interpretar los que parecen ser, más allá de toda duda razonable, números y otros signos asociados con fechas calendáricas de las llamadas cuenta larga y cuenta corta.

Algunos de los relatos epigráficos son de carácter religioso, mas predominan los históricos, caracterizados por la presencia de glifos asociados a personajes y sus hechos: nacimiento, muerte, ascensión al trono, guerra, conquista, matrimonio y otros. Tal interpretación se basa en el análisis que Tatiana Proskouriakoff hizo en Piedras Negras (1960), sitio ubicado también a la orilla del Usumacinta, y poco tiempo después de las inscripciones de Yaxchilán (García Moll y Juárez Cossío, 1986). Antecedieron a esa explicación la del glifo emblema propuesta por Henrich Berlin en 1958 y posteriormente, en 1976, la de Joyce Marcus, que asoció dichos glifos con territorios específicos y dio origen al concepto de las ciudades-Estado que en 1997 Peter Mathews llamaría entidades políticas (García Moll, 2003, p. 333).

La asignación de valores lingüísticos a los diferentes componentes de los glifos propone una nueva apreciación de la lectura epigráfica. Es un campo relativamente reciente en el que se encuentran empeñados muchos especialistas.


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Los caciques yucatecos en el siglo XVI
Sergio Quezada

Como sobrevivientes de la conquista y los cambios turbulentos de los primeros años coloniales, durante la segunda mitad del siglo XVI los caciques yucatecos experimentaron de manera significativa la acometida española por minar su autoridad y prestigio, y durante el último tercio del siglo de la conquista padecieron los efectos de la crisis demográfica.

Libro de los cantares de Dzitbalché, f. 1.
Foto: BNAH


Durante la segunda mitad del siglo XVI los caciques de Yucatán experimentaron una acometida española dirigida a quebrantar su autoridad y prestigio, que estaban sustentadas en las funciones rituales que llevaban a cabo. Algunos documentos en que se registran los cantos que los caciques dirigían a sus deidades dan constancia de esto. Libro de los cantares de Dzitbalché, f. 1. Escrito hacia 1740 por Ah Balam, “bisnieto de un gran Ah Kulel”.


Los bataboob, caciques o señores eran parte integrante de la nobleza maya. Estaban organizados en linajes y como grupos emparentados monopolizaron y ejercieron el poder, y controlaron el acceso a él. No se sabe a ciencia cierta cuándo irrumpieron en el panorama político maya, pero su proximidad con los miles de jefes familiares, que con sus parentelas habitaban en grupos dispersos por los montes de la península de Yucatán, les permitió desde mediados del siglo XIII construir una imbricada madeja de vínculos personales –sangre, protección y reconocimiento– que los aglutinó en torno suyo, y así adquirieron autoridad y prestigio para articular la vida política, económica, administrativa y judicial de sus vasallos. Así pues, sus señoríos, como cuerpos políticos, a partir de la segunda mitad del siglo XIV se convirtieron en las unidades políticas fundamentales de la organización política maya que encontraron los españoles cuando conquistaron Yucatán.

Como aconteció en otras regiones de Mesoamérica, los españoles, para efectos prácticos, designaron a los caciques gobernadores de sus pueblos y, al mismo tiempo, les otorgaron un conjunto de privilegios. Así, desde los inicios de la segunda mitad del siglo XVI, la palabra “don” comenzó a aparecer antepuesta a sus nombres cristianos; se les concedieron permisos para tener y montar caballos; comenzaron a utilizar capas de paño, zaragüelles, medias, botas y sombreros de fieltro, además de construir sus casas de cal y canto. A principios de la década de 1580, el uso de estos símbolos se encontraba más o menos generalizado entre la elite indígena y algunos de sus miembros hablaban el español.

La acometida española contra los caciques indígenas

Como sobrevivientes de la conquista y los cambios turbulentos de los primeros años coloniales, durante la segunda mitad del siglo XVI los caciques experimentaron de manera significativa la acometida española por minar su autoridad y prestigio, y durante el último tercio del siglo de la conquista padecieron los efectos de la crisis demográfica.

Don Tomás López Medel, oidor de la Audiencia de Guatemala, quien visitó Yucatán de 1552 a 1554, inició la ofensiva en contra de los señores. Su larga estancia le permitió comprender que un sustento de la autoridad y prestigio de los señores entre la población eran sus funciones rituales, pues estableció medidas que tuvieron como fin suprimirlas, aunque es importante destacar que no tuvo la misma actitud en cuanto a las facultades políticas, ya que por esos años los españoles aún no podían prescindir de los caciques para administrar y organizar a la sociedad maya. 

Todo parece indicar que después de la visita de López Medel la ofensiva española se detuvo, en tanto las autoridades gubernamentales que le sucedieron no se distinguieron por crear una estructura administrativa que reafirmara la autoridad de la corona en el panorama de los pueblos, en tanto que los franciscanos dedicaban sus esfuerzos a la magna empresa de congregar a la población y formar casi dos centenares de pueblos.

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