jueves, 17 de marzo de 2011

Restauración y arqueología. El arte de salvar el arte


Se recomienda a todos los interesados en la restauración arqueológica y el arte maya  esta edición del 18° aniversario No. 108 de Marzo-Abril 2011  Restauración y arqueología
El arte de salvar el arte donde se muestran ejemplos de cerámica, máscaras, trabajos en madera, pintura mural, entre otros.


 Los temas relacionados con la cultura Maya son

                             • La pintura mural 
                             • La cerámica 
                             • La madera
                             • Máscaras mayas
                              

                       Enseguida el contenido de la revista:

                            • La pintura mural
                            • La cerámica
                            • La madera
                            • Máscaras mayas
                            • El pectoral, Monte Albán
                            • Vestimenta ceremonial, Tula
                            • La ofrenda 102 del Templo Mayor
 
                            Además
 
                            • La primera Catedral de México
                            • ¿La Estatua de la Libertad sobre una piramide?
                            • Figurillas Mazapa y las malinches coras




Breve historia de la restauración en México
Agustín Espinosa

Fototeca del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces

Manuel del Castillo Negrete, a la izquierda, y Román Piña Chán, a la derecha, en Chapultepec, Distrito Federal, ca. 1963. 

La conservación y la restauración son tareas primordiales para mantener vigente la identidad del país, expresada en sus distintas manifestaciones culturales; su permanente desarrollo requiere de políticas, inversiones económicas para la formación de cuadros académicos, técnicos y científicos que brinden certeza en el futuro.

La historia de la restauración en México se vincula necesariamente con la conservación de los bienes culturales, en los que se encuentran representadas las distintas etapas de nuestra historia que reflejan el mosaico pluricultural que identifica al país ante el mundo. En la Carta de México de 1976 se señala que estos bienes se identifican como “…las manifestaciones artísticas, lingüísticas y musicales; los usos y costumbres de todos los pueblos y grupos étnicos del pasado y del presente”.


Para conservar estos bienes en su plena autenticidad se requiere de formación profesional, aceptación de normas, principios, ética y técnicas de tratamiento, en los que se basa no sólo la comprensión global de un bien cultural sino también la interpretación crítica de los fenómenos de alteración que presentan.


El bien cultural tangible susceptible de intervenciones de restauración está compuesto por una estructura material tan simple o compleja, que requiere a través del tiempo de una intervención que asegure su permanencia; no es solamente la materia en que fue realizado lo que debe interesarnos, sino también su apariencia y significado. Para conservar estos dos elementos tenemos que tratar la materia con que fue elaborado el bien cultural para que siga proporcionando información mediante su difusión.


Han pasado casi 50 años desde que se inició la formación académica de restauración en el país. Sin ser el ideal que se ambiciona, se han logrado establecer con muchos esfuerzos las bases jurídicas, el desarrollo técnico-científico y administrativo, que permitirán seguir avanzando en la conservación de los bienes culturales existentes en el territorio nacional. La toma de conciencia y el interés por los valores que encierran estas manifestaciones creadas por el hombre y la naturaleza se reflejan en el registro que ha realizado México ante la UNESCO, con base en la Convención sobre Patrimonio Mundial, Natural y Cultural de 1972 (Patrimonio de la Humanidad, tomos 1-18). Las 34 declaratorias realizadas entre 1987 y 2010, que comprenden monumentos, sitios naturales y tradiciones que identifican a la nación, ubican a México entre los primeros lugares.
Antecedentes internacionales


Convencido de las lagunas de este resumen, se intentará resaltar en unas cuantas líneas los principales aspectos que dieron forma y contenido al desarrollo de las teorías de la restauración, que aunque contradictorias y positivas son las que permitieron el desarrollo actual que disfrutamos a nivel internacional.


Entre los teóricos de los siglos XIX y XX destacan principalmente: Viollet-Le Duc, John Ruskin, Camilo Boito, Giovannoni, Cesare Brandi y Paul Philippot, quienes ayudaron a establecer las bases de la normatividad técnica, teórica y ética que se aplica en la intervención de las diversas manifestaciones culturales tangibles en nuestros días. La escuela reconstructiva de Viollet-Le Duc y sus seguidores, contrapuesta a la de John Ruskin de mínima intervención, sigue teniendo repercusiones en nuestro país hasta la fecha; encontramos en diversos casos la reconstrucción sin bases formales y teóricas, que a veces oculta la incapacidad de enfrentar críticamente la intervención estructural y estética que requiere una obra.

Texto completo en la edición impresa



La pintura mural y su conservación
Diana Magaloni Kerpel


  Foto: Jorge Pérez de Lara / Raíces

La misión del conservador no es solamente hacer posible que la pintura vuelva a lucir como en sus mejores días, y mantenerla para la posteridad, sino también investigar los materiales, los conocimientos científicos, técnicos y artísticos que la hicieron posible.

El color llamado azul maya es un pigmento artificial que se obtiene de la mezcla de la arcilla atapulgita y el colorante índigo. Este pigmento se ha encontrado en Calakmul, ciudad maya que floreció a finales del Clásico Temprano, hacia 400 d.C. Los azules maya, en al menos seis tonalidades engalanaron las ciudades del Clásico maya. Mural, Edificio 1, Acrópolis Norte, Calakmul, Campeche.

La pintura mural: un legado de sabiduría material y artística

La pintura mural se define siempre en relación con la arquitectura porque habita el espacio. Es un arte que impone a sus creadores grandes desafíos. Por una parte, los muros deben transformarse en superficies aptas para recibir la pintura; por otra, el espacio mismo cambia con las representaciones. Los creadores de pinturas murales son artistas del espacio y de lo pictórico, además de grandes técnicos, ya que las representaciones deben permanecer en el espacio a través del tiempo.

La tradición muralista, interior y exterior, es uno de los artes más emblemáticos de las culturas mesoamericanas. La de Mesoamérica, junto con Egipto, Roma, India y posteriormente el arte renacentista italiano, es una de las culturas que más han aportado al arte mural universal. A diferencia del arte rupestre, en donde los pigmentos se esparcen sobre la roca misma, la pintura mural implica la construcción de muros y aplanados que reciben el color.


La pintura mural implica la acumulación de conocimientos avanzados sobre el mundo natural y su transformación, sobre las habilidades de crear formas y símbolos que sintetizan la realidad y que la explican. Las pinturas, por su enorme complejidad, son producto de grupos de especialistas y la expresión de una sociedad organizada mediante jerarquías en el saber y en el hacer, que se forman y perfeccionan con el tiempo.


Cuando hablamos de conservar la pintura mural prehispánica debemos tener presente el inconmensurable valor de este legado. En cada centímetro de pintura podemos encontrar la profundidad del pasado y de los saberes y voluntades que hicieron posible que esa representación llegue hasta nosotros. Conservar es también revelar este valor en el presente. De ahí que la misión del conservador no es solamente hacer posible que la pintura vuelva a lucir como en sus mejores días, y mantenerla para la posteridad, sino también investigar los materiales, los conocimientos científicos, técnicos y artísticos que la hicieron posible. 

Toda intervención de conservación debe, en principio, respetar la integridad material, técnica y estética de la obra a tratar. Es esta premisa la que hoy en día guía la investigación científica de métodos y materiales para la intervención y la que soporta el Proyecto Nacional de Conservación de Pintura Mural Prehispánica llevado a cabo por la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del inah, en colaboración con el Consorcio para el Desarrollo de Superficies de Grande Interfase (CSGI) de la Universidad de Florencia, el Proyecto Pintura Mural Prehispánica en México del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH.

 Texto completo en la edición impresa



Las máscaras mayas de mosaico de jade
Imágenes de una restauración

Sofía Martínez del Campo Lanz


 Foto: Jorge Pérez de Lara / Raíces

Como objetos a los que se atribuían cualidades extraordinarias, las máscaras funerarias de mosaico de piedra verde eran el elemento central durante el ritual de inhumación de los soberanos mayas, porque a través de ellas se transformaban en el dios del maíz. Gracias a su más reciente restauración ha sido posible comprender su significado y profundo simbolismo ritual.

Máscara funeraria de mosaico de jade de K’inich Janaab’ Pakal, gobernante de Palenque. En el montaje de esta máscara, que se hizo en 2002, se colocaron todas las teselas encontradas originalmente en el entierro del gobernante. MNA.


En el campo de la conservación y la restauración del patrimonio cultural, las expresiones plásticas utilizadas como un recurso narrativo de los acontecimientos histórico-mitológicos, mediante el uso de símbolos que expresan los conceptos de manera abstracta– deben ser consideradas como elementos esenciales de los objetos y despertar en el restaurador el interés por acceder a la historia de la pieza y a las razones que dieron lugar a su creación. Este conocimiento en torno a los objetos será de gran beneficio para la conservación y el cuidado de sus materiales como para el de los valores que los distinguen.

Al adentrarse el restaurador en la naturaleza del objeto, accede de manera inevitable al pensamiento del artista que lo creó para descubrir cuáles fueron las motivaciones y las influencias que lo llevaron a determinar su aspecto y su significado. La restauración se traduce entonces en un entendimiento entre interlocutores que expresan y comprenden un mismo lenguaje, y el proceso se da así en el silencio de la sensibilidad del intelecto relacionándose con el objeto, mediante un intercambio natural de pensamientos.


El acercamiento a los valores esenciales de la pieza permite desentrañar a un tiempo su carácter simbólico y su naturaleza material. De esta manera, el restaurador toma conciencia de su responsabilidad cultural para fundamentar con estudios sólidos la restauración del objeto y evitar caer en criterios subjetivos de gusto o apreciación personal que distorsionen su imagen, o en la aplicación poco afortunada de recursos de restauración (González Tirado, 2010a, p. 13; 2010b, p. 26). Cualquier intervención de conservación, por simple que sea, significa una renovación para el estado físico de la pieza. Por esta razón, la definición de un criterio de utilización de materiales, cualquiera que sea su naturaleza, debe basarse en la previsión de las consecuencias de su comportamiento sobre los componentes de la obra ya que, sin esta previsión, lejos de alcanzarse el objetivo de conservar se causa un daño mayor que intensifica y acelera el proceso de degradación.
 
Significado de las máscaras funerarias


Las máscaras ceremoniales mayas de mosaico de piedra verde eran el elemento central durante el ritual de inhumación de los gobernantes, porque en su imagen confluyen los rasgos del soberano y los atributos de la divinidad, y en sus materiales, la esencia de su religión y sus costumbres. Estos rostros rituales de mosaico eran obtenidos mediante la unión de teselas y aplicaciones elaboradas con jade y crisoprasa, concha y caracol, obsidiana y hematita especular, materiales preciosos para los pueblos mesoamericanos por estar simbólicamente relacionados con los estratos divinos.

Texto completo en la edición impresa


La conservación de bienes arqueológicos de madera
Alejandra Alonso Olvera


 Fotos: Cortesía de Leonardo López Luján / Proyecto Templo Mayor, séptima temporada  

Arqueólogos y restauradores en tareas de excavación de objetos de madera. Ofrenda 126, Proyecto Templo Mayor, séptima temporada. 
Al extraer los objetos de madera del cenote de Chichén Itzá en 1904, Edward Thompson señaló: “la madera es noventa por ciento agua, es suave como gelatina, tiene la consistencia de un melón muy maduro, parece una esponja”. Si los objetos no eran tratados inmediatamente al extraerse, Thompson añade que: “…se convertían en una sustancia casi etérea, al secar se reducían cinco veces en tamaño y forma original, o algunas veces simplemente se ‘disolvían’ en una masa sin forma, de líquido y limo amarillo” (cartas de Thompson a Putnam, 15 de mayo de 1904, Thompson, 1906-1907).


La madera fue un material ampliamente utilizado por diferentes grupos prehispánicos para manufacturar diversos bienes. Aunque no se localizan con frecuencia en las excavaciones arqueológicas, por relatos de cronistas como fray Diego de Landa o fray Bernardino de Sahagún y representaciones gráficas en los códices –como el Madrid o el Florentino– sabemos que carpinteros y talladores eran artesanos especializados a quienes se les encomendaba todo tipo de estructuras, objetos y ornamentos.
Desafortunadamente, el hallazgo de esos objetos en excavaciones sistemáticas es poco común, debido a que estos materiales son altamente susceptibles a la degradación parcial o completa, por su naturaleza orgánica. Sin embargo, existen tres ambientes que favorecen la preservación de los artefactos arqueológicos de madera y es donde es más probable encontrarlos:
1) Los depósitos arqueológicos completamente secos, sin luz y donde la temperatura y la humedad no presentan oscilaciones cíclicas sino son completamente estables. Estas condiciones son las que normalmente presentan las cuevas o abrigos rocosos, y las cámaras selladas al interior de edificios, como tumbas o depósitos ceremoniales.


2) Los depósitos arqueológicos que cuentan con un nivel muy alto de agua en el subsuelo. La mayor parte del tiempo sus sedimentos están completamente impregnados de agua porque eran antiguos cuerpos de agua. Éstos son las antiguas cuencas lacustres, las áreas pantanosas o turberas y los márgenes de ríos. Es el caso de las áreas pantanosas de El Manatí, Veracruz, donde se encontraron esculturas olmecas de madera enterradas entre sedimentos de la antigua laguna, o bien en los alrededores del Centro Histórico de la ciudad de Mexico, cerca de Tlatelolco, donde se encontraron tres enormes dinteles con inscripciones, así como los más de 200 objetos suntuarios localizados en las ofrendas recientemente excavadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan.

 Texto completo y otros temas en la edición impresa

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